Últimamente, es raro el día en que no nos levantamos con una nueva prohibición legal que afecta a nuestra vida diaria en sociedad. A esto parece que se están aficionando tanto el gobierno nacional como los locales y autonómicos de distinto signo político, aunque hay quienes se empeñan en asociar esta tendencia con la ideología del primero. Quizá, se olvidan de que la necesidad de desarrollar una correcta socialización y sociabilidad de todos no es sólo obligación del socialismo e independiente de él. Aquí y en todos lados, según temperamento y formación, cada persona puede ser más o menos propensa a rebelarse contra lo que estime un recorte de su "intocable" libertad individual, y en esto se distinguen, consecuentemente, unos países de otros. Pero, precisamente por ello, se hace más necesario en algunos el establecer normas generales de obligado cumplimiento sobres cuestiones de convivencia cotidiana que no suelen presentar ningún problema en aquellos otros que gozan de una ciudadanía con mayor civismo y empatía entre sus individuos.

Las prohibiciones, por tanto, hay que valorarlas en función de las razones que puedan hacerlas necesarias en cada momento y lugar, entendiendo que, sólo puede haber un aceptable motivo al cual se reducen todos los demás: la colisión de derechos. Esto es, que toda aquella libertad de hacer algo que no límite los derechos de otros no debería prohibirse. Con este criterio sabremos si estamos ante un recorte arbitrario de libertades o una regulación estrictamente necesaria de aspectos problemáticos de la convivencia. La libertad es un árbol que se sanea con algunas podas.