TPtarece que fue ayer y han pasado cinco años. A Juan-Pablo II le sucedió Benedicto XVI. El nuevo Papa entró en el Pontificado definiéndose "humilde trabajador en la viña del Señor". El listón lo dejó muy alto Wojtyla pero lo ha sabido mantener Ratzinger. Muchos pensaron que se trataría de un Pontificado breve y de "transición" pero está desarrollando una gran tarea en la Iglesia y en la defensa de los derechos humanos y de la paz. Trazaré una semblanza del Papa con las limitaciones propias de una "columna" como ésta. Benedicto XVI, convertido en timón y vigía, es una bendición para toda la Iglesia. Es un hombre pacificador y conciliador que ha hecho posible el entendimiento con las distintas Iglesias cristianas, dando un gran impulso ecuménico al camino de la unión entre ellas y ha favorecido el acercamiento al Islam y al Judaísmo. En este quinquenio la Iglesia navegó segura en manos del sucesor de Pedro que jamás se doblegó ante las olas de la tempestad. Profundamente inteligente, ha decidido limpiar, purificar y eliminar de la Iglesia aquellos elementos que no son dignos y eso le ennoblece y le enaltece. Firme en su acción ante los errores y escándalos, seguro de su fe y su misión, se comporta, cuando es calumniado y difamado, con la mansedumbre de Cristo en su pasión. A pesar de su gran categoría intelectual, humana y teológica, es una persona de gran humildad e intenta demostrar a este mundo, racionalista y secularizado, que es posible compatibilizar la razón, la ciencia y la fe en esta sociedad postmoderna. Que el Señor nos lo conserve muchos años. Felicidades, Santo Padre, y cuente siempre con nuestro cariño y nuestra oración.