Fueron 45 los días que Buñuel estuvo grabando el documental Las Hurdes, tierra sin pan, un mes y medio de rodaje que lleva a la gran pantalla la película animada Buñuel en el laberinto de las tortugas para demostrar que esta «bajada a la tierra» del rey del surrealismo fue también un viaje personal.

Una experiencia que cambió al cineasta y con la que tanto el director de esta cinta que el viernes llegó a los cines (En Extremadura solo se puede ver en Almendralejo y Mérida) , Salvador Simó, y el guionista, Eligio Montero, han querido homenajear también, afirman a Efe, a Ramón Ancín, un buen amigo del cineasta aragonés y un ejemplo de «esos grandes artistas que se perdieron en el olvido».

La persona que prometió a Buñuel, cuando más necesitado estaba tras el desastroso estreno en Francia de La edad de oro, que si le tocaba la lotería financiaría este trabajo que en 1932 le trasladó a una «casi una civilización paleolítica», según califican en el documental original de 27 minutos, rodado durante estos días (del 23 de abril al 22 de mayo) pero hace ya 87 años de esa filmación.

Y le tocó, y con ese dinero Luis Buñuel y su amigo emprendieron junto al fotógrafo Ely Lotar y un cámara un viaje casi iniciático hacía esa tierra extremeña de poblados laberínticos y tejados de una piedra semejante al caparazón de las tortugas, de ahí el nombre de esta película inspirada en el cómic del mismo nombre escrito hace más de una década por el extremeño Fermín Solís.

«La película muestra un personaje complicado (...) -cuenta Simó- él era un niño rico y lo que quiere hacer es poner en la pantalla algo que nunca se había visto en el cine. Fue una bajada a la realidad absoluta, pero motivado por su gran afán por el Surrealismo. Las Hurdes le cambiaron».

Un cambio que tanto cineasta como guionista han llevado al cine tras beber de tres fuentes: la biografía de Buñuel, el cómic de Solís y su imaginación porque, en palabras de Montero, «la propia vida es los ladrillos con los que construyes tu existencia».

Por eso el filme cabalga con trote seguro entre el surrealismo onírico de los propios miedos e inseguridades de un Buñuel con aspecto de hombre seguro, las escenas sacadas del propio documental, y el toque de ficción que han aportado ambos creadores para darle un desenlace a algunas de las escenas que el aragonés mostró, como su encuentro con los llamados «cretinos» en plenas montañas hurdanas.

Todo bañado por el drama y el humor porque, como el propio director de Calanda decía, «un día sin reírte es un día perdido».

la creación del guion/ «El momento de crear el guion fue mágico, el humor nos permitió tocar una historia tremendamente dramática», añade Simó mientras que su guionista apostilla que el provocar sonrisas les permitió «relajar» los momentos en los que la película te da un «hachazo» certero.

Porque los da y no solo gracias a los brillantes personajes, sino también a la banda sonora firmada por Arturo Cardelús y la animación creada por el experto en animación 3D José María Fernández de Vega, en cuya productora, The Glow Animation Studio, ubicada en Almendralejo se ha realizado todo el proceso de producción, y el propio Simó.

«La película está rodada con un dibujo por cada cuatro fotogramas y esto hace que se perciba el movimiento como áspero. Hay un trabajo increíble de arte detrás para reflejar la cámara que Buñuel utilizó, el vestuario de la época», destaca el director de esta película, que ha trabajado para Disney en Las crónicas de Narnia y Piratas del Caribe.

Producida por Manuel Cristóbal (también productor de Arrugas, basada en la obra del mismo nombre creada por Paco Roca) se estrenará en verano en Francia y Estados Unidos y se ha vendido a 35 países, y ha ganado premios como el de la mejor banda sonora en el festival de Málaga, pero antes que salga de nuestra fronteras, es en España donde Salvador Simó quiere que se conozca la «amistad entre Buñuel y Ancín», dos hombres que, con matices, aún no hemos puesto donde deben estar.