Alicia García Rubiales (Almendralejo, 1945), es la pregonera del bicentenario de las fiestas de la Piedad, una edición que coincide con la cuadragésimo séptima de la Feria de la Vendimia, a la que Alicia nunca ha faltado. Es más que posible que sea, en la actualidad, la única persona de Almendralejo que no se ha perdido ni siquiera una edición de esta Feria de la Vendimia. Conoce todos sus detalles. Y todas sus anécdotas, que no son pocas. Por esta razón, su pregón puede esconder más de una sorpresa.

Diplomada en Magisterio y profesora de logopedia en Includes, Alicia es conocida entre los vecinos de Almendralejo como ‘la de los coros y danzas’. Su ligazón con el grupo cultural y folclórico Tierra de Barros ha sido total desde su creación hace ahora medio siglo. Una almendralejense de pro que el 14 de agosto tendrá la oportunidad de brindar una noche mágica a sus vecinos.

--¿Qué sintió cuando le comunicaron que sería la pregonera?

--Grite que ya me había llegado. No sentí miedo, sino una gran responsabilidad. Tenía la sensación de que en algún momento me iba a tocar porque nunca he faltado a la Feria de la Vendimia.

--47 años y siempre allí...

--Siempre, siempre, incluso he llegado a venirme de vacaciones en algunas ocasiones para no perderme el acto central del 14 de agosto. En ese acto he hecho prácticamente de todo: cantado, bailado, organizar detalles... Entiendo a la gente que dice que las vacaciones son sagradas. Para mí, lo sagrado, es estar el 14 de agosto en el atrio de la Piedad.

--¿En qué ha cambiado la Feria de la Vendimia en 47 años?

--Antes, por ejemplo, había más actos institucionales que hoy en día. Sin embargo, es normal que la estructura de este tipo de eventos cambie. A mí, personalmente, me gusta que la esencia de la feria no cambie. El acto central debe ser un acto institucional como toda la vida. A la gente le gusta ver quién es la pregonera, cómo lo hace, la coronación de la reina, la obtención del primer mosto y los bailes regionales.

--Acto central y folclore, dos pasiones muy conectadas.

--Correcto. Para mí, este año, será como estar en el séptimo cielo. Delante de los almendralejenses como pregonera y con mi grupo de toda la vida escoltándome. Espero salvarlo con la máxima pureza.

--¿Y cómo será el pregón?

--Pues me gustaría rememorar esas pequeñas historias y vivencias que he tenido durante estos años en la Feria de la Vendimia. Habrá muchas anécdotas como la de la famosa corona, a la que había que ponerle horquillas para que a las reinas no se les cayese. Tengo que decir que ha habido muchos organizadores, pero cuando me detengo en estos recuerdos siempre me acuerdo mucho de Juan Bote. Hemos compartido muchas vivencias y detalles en este acto central.

--La elección de las reinas se ha mantenido en el tiempo, aunque muchos piensan que queda obsoleto. ¿Qué opina?

--Al principio, las damas y reinas eran jóvenes que pertenecían a familias muy relacionadas con el poder y con las empresas. Pero a las pocas ediciones, esto cambió. Se buscaba siempre belleza y algo de cultura. Es una tradición que forma parte de nuestras fiestas y hay que mantenerla.

--¿En qué ha cambiado Almendralejo desde aquella primera Feria de la Vendimia?

--Ha habido un avance espectacular en todos los sentidos. A nivel de extensión, industrial y de promoción de la ciudad a través de nuestros productos como el vino o el cava. Estamos ante dos ‘Almendralejos’ distintos.

--Como almendralejense, que ha viajado mucho fuera de casa, ¿de qué le gusta presumir?

--Pues de la gente tan sana que tenemos. Somos gente sin vuelta, honestos e íntegros. Al menos es mi visión y como yo me veo. Gente honrada y trabajadora. Y valientes. Como nos gusta decir, somos muy de Almendralejo. Nos encanta presumir de nuestra ciudad y de nuestra gente.

--¿Qué mensaje le gustaría enviar a los vecinos antes la celebración de las fiestas?

--Pues que piensen que llevamos 200 años celebrando estas fiestas de la Piedad y que son muy nuestras. Estas fiestas y la feria de la vendimia tenemos que cuidarlas entre todos. Hemos de participar en ellas y disfrutarlas al máximo. Forman parte de nuestra historia y, por tanto, estamos obligados a conservarlas.