Es cierto que Aminatu Haidar está echando un pulso al gobierno marroquí a costa de España. Y también lo es que nuestras autoridades han actuado con una candidez impropia de tan altos responsables, haciéndole el juego a Marruecos --hemos de suponer que sin pretenderlo-- para colarnos nuevamente un gol que recuerda al que nos metiera con aquella jugada maestra de la célebre "marcha verde" de 1975. Aquel hecho provocó nuestra vergonzosa retirada de la antigua colonia, y, por mucho que se pudiera explicar en razón de la situación política que estaba atravesando nuestro país, esa ignominiosa huida nos creó a todos los españoles una mala conciencia de la que, al menos una generación, aún no hemos podido librarnos. Quizá éste sea el motivo por el que muchos españoles, aun en contra del propio interés nacional, han tomado partido por esta luchadora por la libertad e independencia del Sahara Occidental, ahora en manos del anexionista vecino. Pero, aparte de todo ello y a pesar del complejo problema que la actitud de Haidar plantea a la política exterior de nuestro país, abocado a buscar un difícil equilibrio en la delicada relación con nuestros vecinos, queremos quedarnos con el valor de su ejemplo para un mundo tan necesitado de ellos. Su gesto nos recuerda a los de otra época no muy lejana.

No entendemos, ni queremos entender, de alta política ni de los enrevesados caminos de la diplomacia internacional, pero por el inmenso valor de tu ejemplo, por reverdecer nuestra conciencia de la dignidad humana, estamos contigo, Aminatu.