Agran velocidad por las desérticas planicies de Irak avanzaban ayer, en dirección a Bagdad, las columnas acorazadas del Tercer Escuadrón del Séptimo Regimiento de Caballería de Estados Unidos. En la capital iraquí, el bombardeo era pavoroso. En el sur, cientos de soldados se rendían a los marines norteamericanos y británicos en las puertas de Basora, la segunda ciudad del país. La guerra parecía un paseo militar y el número de víctimas civiles seguía siendo una incógnita.

Pero los blindados del Séptimo de Caballería que ya habían penetrado más de 160 kilómetros dentro de Irak se preparaban para una batalla clásica de tanques, con muchas bajas por ambos bandos. Porque la aparente facilidad de las etapas iniciales de la invasión puede ser muy engañosa, según la opinión de los analistas militares y los propios mandos sobre el terreno, quienes subrayan que ese veloz avance por el desierto era más que previsible.

RESISTENCIA INESPERADA

A nadie se le había ocurrido que los soldados iraquís plantarían cara al coloso militar norteamericano en el desierto, donde fueron cazados como conejos en la guerra de 1991, y estaba más que anunciada la estrategia de Sadam Husein de retirar sus fuerzas de élite a las ciudades, para desafiar allí a los invasores a una peligrosa e impredecible batalla urbana. Así que era de esperar que las columnas de Estados Unidos y Gran Bretaña no encontrasen resistencia inmediata.

Sin embargo, sí tuvieron que librar ayer al menos dos combates importantes. Uno en Nasiriya, a orillas del Eufrates, y otro en la conquista de una pequeña población portuaria, Um Qasar, donde los marines norteamericanos quedaron atrapados por el intenso fuego enemigo durante dos horas, hasta que la artillería británica acudió en su ayuda y finalmente destruyó las posiciones defensoras.

"Se han topado con más resistencia en el sur de la que esperaban", aseguró ayer John Rothrock, coronel retirado de la Fuerza Aérea de EEUU que combatió en la guerra de Vietnam. "No está funcionando tan fácilmente como parece".

SE RINDE UNA DIVISION

Sin embargo, las posiciones fronterizas iraquís se hundieron precipitadamente. Incluso se rindieron, según fuentes militares de Estados Unidos, el comandante de la 51 División del Ejército iraquí --que estaba situada en el camino de la invasión-- y su adjunto. La división en sí misma se disolvió, al abandonar sus puestos y escapar la mayoría de sus integrantes. El desembarco anfibio británico se hizo con el control de los oleoductos y terminales de carga de crudo en la península de Fao. Con esa conquista, la alianza atacante se apoderaba de la única salida al mar de Irak.

Además, las fuerzas aerotransportadas norteamericanas tomaron dos aeropuertos a menos de 300 kilómetros al oeste de la ciudad de Bagdad, mientras los comandos especiales de la supersecreta Delta Force saltaban en paracaídas sobre los campos petrolíferos de Kirkuk. Entretanto, un diluvio de fuego se abatía sobre la capital iraquí, donde gigantescas explosiones marcaban los impactos de las bombas de las fortalezas volantes B-52 y de los 320 misiles de crucero Tomahawk lanzados en pocas horas. Así comenzaba la devastadora operación Conmoción y pavor ideada por el Pentágono y con la que pretendía obligar a los dirigentes iraquís a rendirse.

DURA ADVERTENCIA DE CHIRAC

En el debilitado campo diplomático, el presidente francés, Jacques Chirac, lanzó ayer su más dura diatriba contra el frente de la guerra y advirtió de que Francia vetará en las Naciones Unidas la instauración de un Gobierno anglo-norteamericano en Irak.

La fractura interna en la Unión Europa a consecuencia del conflicto bélico es ya abismal, mientras en España aumenta la crispación política después de que el presidente del Gobierno, José María Aznar, haya acusado a los socialistas de "legitimar" los actos de violencia en las protestas del pasado jueves, cuando fueron atacadas sedes del Partido Popular en varios puntos de España.

La verdad es que se redobla la indignación de los ciudadanos con la política belicista de Aznar, quien ha autorizado 3.648 vuelos de aviones de guerra de Estados Unidos para el ataque contra Irak. Y no sólo desde las bases norteamericanas de Morón y Rota, sino también a través de otras bases españolas e incluso mediante vuelos civiles para personal militar.