Apesar de las proclamas triunfalistas de sus superiores, los soldados norteamericanos en el campo de batalla estaban ayer con las cabezas gachas. Acababan de saber que su invasión relámpago de Irak se iba a convertir en una larga guerra de trincheras, en vista de las deficiencias logísticas e imprevisiones tácticas cometidas por los estrategas del Pentágono.

Mientras el Alto Mando de Estados Unidos niega enfáticamente que la campaña militar en curso esté estancada, los oficiales que mandan a las fuerzas invasoras anglo-norteamericanas en el larguísimo frente de guerra explican a sus hombres la verdad: "Se han dado cuenta de que vinimos un poco ligeros", admitía ayer uno de ellos, refiriéndose a la escasez de tropas de infantería --para la ocupación de todo un país-- que han criticado muchos expertos militares. Un corresponsal de la agencia de noticias Reuters escuchó a uno de esos mandos estimar en 35 a 40 días el tiempo en que la infantería tendrá que permanecer estancada en sus posiciones actuales, a la espera de que lleguen los esperados refuerzos. Y un sargento explicó a su gente: "Van a enviar a la aviación a hacer el trabajo antes de que entremos. Va a haber más bombardeos, por lo menos durante un par de semanas".

HASTA EL VERANO

En todas las líneas del frente de guerra, los soldados anglo-norteamericanos recibieron la orden de cavar trincheras y colocar minas en torno a sus posiciones, para prepararse para una larga espera. También levantaron tiendas para hospitales de campaña y empezaron a diseñar planes para construir duchas y otras instalaciones semipermanentes.

Altos oficiales destacados en Irak revelaron a los enviados del diario The Washington Post que se veían obligados a "volver a empezar la guerra". Es decir, asegurar las líneas de abastecimiento y aguardar la llegada de la Cuarta División de Infantería (a mediados del mes de abril); conquistar una a una las ciudades que están cercadas pero resisten el asedio, como Najaf, algo que puede costar semanas; derrotar a las divisiones de la Guardia Republicana que defienden la capital, y, finalmente, emprender la batalla de Bagdad. Un calendario que, en opinión de esos jefes militares, extenderá la guerra hasta "bien entrado el verano".

CALCULOS MILITARES ERRONEOS

Y todo porque "el levantamiento popular (contra el presidente iraquí, Sadam Husein) no se produjo, como predecíamos", reconocía un oficial estadounidense. Bueno, no todo. Los analistas militares enumeran una larga lista de cálculos erróneos del Pentágono: el Ejército de Sadam tenía que desmoronarse rápidamente tras el inicio de las hostilidades; las tropas iraquís debían rendirse en masa en cuanto comprobaran la superioridad militar de los invasores; la campaña de bombardeos aéreos Conmoción y Pavor había de convencer a los iraquís de que toda resistencia era inútil; y, claro, las fuerzas norteamericanas iban a ser acogidas como libertadoras por toda la población.

Nada de eso ha ocurrido y la realidad está derrotando al núcleo de la doctrina militar --y probablemente acabando con la carrera política-- del secretario de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, quien despreció los consejos de todos sus generales, que le instaban a desplegar en Irak una fuerza similar a la del medio millón de soldados que se empleó en la primera guerra del Golfo, en 1991.

"Básicamente, Rumsfeld rebajó a la mitad lo que el Ejército decía que necesitaba para esta guerra, porque tiene la teoría de que el Ejército es demasiado grande, pesado y engorroso", explica Lawrence Korb, quien fuera subsecretario de Defensa en la Administración de Ronald Reagan. Esa convicción se encarna en la "transformación" que Rumsfeld quiere llevar a cabo en las Fuerzas Armadas y que es una auténtica visión de iluminado: una organización militar liberada de su pasado durante la guerra fría, con fuerzas más pequeñas, flexibles y veloces, capaces de alzarse con la victoria gracias a su armamento de tecnología punta, su poderío aéreo y sus comandos de operaciones especiales.

CASI 600 MUERTOS CIVILES

Las opiniones de los generales británicos --curtidos en la lucha callejera contra los independentistas del Ulster-- también fueron despreciadas en el plan de invasión de Rumsfeld, que tomó riesgos innecesarios en su convencimiento de que un pequeño y rápido Ejército llegaría a Bagdad en días, para ser recibido con los brazos abiertos por una población liberada de la dictadura.

En cambio, los bombardeos aliados han causado ya unos 600 muertos civiles; la situación humanitaria en las ciudades cercadas, como Basora y Najaf, es crítica y empeora; la lucha callejera en localidades como Nasiriya ha reabierto el síndrome de Vietnam ; las emboscadas guerrilleras han causado un gran número de bajas norteamericanas.