Las expectativas de una rápida victoria de las fuerzas aliadas en Irak "no se van a cumplir", auguró ayer el general retirado norteamericano Wesley Clark, excomandante supremo de las fuerzas de la OTAN. "La simple realidad es que la liberación no se produjo. Los iraquís no se sublevaron", por lo que "la cuarta parte de las tropas de la coalición están estancadas en una engorrosa lucha en Basora".

Sólo horas después de que Clark pronunciase estas palabras en la cadena de televisión CNN, en torno a un centenar de tanques y blindados salían de la cercada ciudad de Basora, donde parecía ya claro que no existía la pretendida revuelta popular contra Sadam Husein que anunció un día antes el espionaje británico. Simultáneamente, un millar de vehículos de la Guardia Republicana avanzaban hacia el sur desde Bagdad, entre tormentas de arena, para participar en la cruenta batalla de Najaf. En el centro del país, el Primer Cuerpo Expedicionario de Marines debía detener su marcha desde Nasiriya hacia Kut, al caer en una emboscada.

POCA PREVISION ESTRATEGICA

En Camp Doha (Kuwait), altos oficiales norteamericanos confesaban a The New York Times que las fuerzas aliadas habían tenido que "cambiar el eje de la campaña terrestre para concentrarse en derrotar a los fedayines y otras milicias de Sadam en el sur, antes de desencadenar la batalla de Bagdad".

La resistencia iraquí en todo el arco del campo de batalla, desde Um Qasar (a orillas del golfo Pérsico) hasta Kerbala (a 100 kilómetros escasos de Bagdad), ha sido mucho más intensa de lo que habían previsto los estrategas del Pentágono y las líneas de las fuerzas atacantes han quedado demasiado extendidas para hacer frente al continuo hostigamiento del enemigo.

Los comandantes aliados tratan de disipar la creciente inquietud de los analistas militares, asegurando que el aplazamiento del asalto de Bagdad será de "días, no semanas". Pero en EEUU arrecian las críticas contra el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, por haberse precipitado en la invasión, sin suficientes tropas sobre el terreno ni una previa campaña de ataques aéreos. El general retirado Barry McCaffrey --quien comandó la 24 División de Infantería Mecanizada en Irak durante la guerra de 1991-- es uno de los que denuncian la falta de previsión del Pentágono.

BUSH ALARDEA DE MISILES

Tanto es así que mandos del Ejército de EEUU admitieron ayer haber "infravalorado" las capacidades de las fuerzas paramilitares iraquís, al avanzar a toda velocidad hacia Bagdad sin asegurar previamente el control de la retaguardia. En la base aérea de MacDill (Florida), el presidente norteamericano, George Bush, eliminó de su discurso preparado una referencia que las operaciones militares en Irak avanzaban "más rápido de lo previsto".

Pero, en su arenga, Bush sí proclamó: "Nuestros pilotos y misiles de crucero han alcanzado blancos militares con precisión letal". En cambio, no hizo mención ninguna a que, pocas horas antes, dos bombas norteamericanas habían alcanzado una zona comercial del barrio de Shaab, en la capital iraquí, causando una espantosa matanza de civiles. Al menos 16 personas perecieron y otras 30 resultaron gravemente heridas. Aun así, el Pentágono protestó que no era responsable de esa masacre e incluso sugirió que podrían haberse tratado de proyectiles caídos del propio fuego antiaéreo iraquí, versión a todas luces inverosímil.

Otra carnicería se produjo en 36 horas de combates en torno a la localidad de Najaf, donde los militares norteamericanos estimaron en hasta un millar el número de muertos entre los defensores de la ciudad, rodeada por las columnas mecanizadas de EEUU.

CACEROLADA ESTREMECEDORA

La multiplicación del número de víctimas mortales en Irak espoleó los movimientos contra la guerra en España, que vivió ayer manifestaciones, paros silenciosos y protestas con una intensidad redoblada. Barcelona quedó paralizada al mediodía y a las diez de la noche los ciudadanos apagaron todas las luces para acometer una cacerolada histórica que estremeció a la ciudad.

No obstante, se produjeron también actos vandálicos contra centros comerciales por parte de grupos minoritarios que cometieron pillajes y causaron destrozos en varios establecimientos. Los graves incidentes alimentaron la polémica sobre la violencia que ha acompañado a algunas de las acciones organizadas contra la guerra de Irak y que han tomado como objetivo sedes y políticos del Partido Popular.

Por su parte, el presidente del Gobierno, José María Aznar, acusó a PSOE e IU de criminalizar al PP y a sus dirigentes por su apoyo a la guerra contra Irak. Aznar mantuvo su apoyo incondicional a Bush, al negar a la ONU la capacidad para administrar Irak después de la guerra, con lo que avalaba el protectorado norteamericano que desea la Casa Blanca y al que se opone hasta el premier británico, Tony Blair, cuyas tropas participan en la contienda.

Parece que Aznar está decidido a convertirse en el mayor valedor de la política de Bush.