Pues no, no son tercios españoles, legiones romanas, falanges macedónicas, los cien mil hijos de San Luis, los 300 espartanos, los 12 apóstoles o la cinematográfica cuadrilla de los once, no, son los 10.000 del mercado de abastos. Sí, esa plataforma ciudadana que ha logrado reunir diez mil firmas, sí, diez mil firmas, almas que quieren, que reivindican, que exigen, que necesitan, que sueñan con un mercado de abastos en el centro de Badajoz. Los aburridos fueron unos mil quinientos, los abonados del Badajoz 1905 son unos dos mil, poco más de setecientos entran en el Teatro López de Ayala, un escaño de concejal vale menos de una tercera parte de esa cantidad. Es decir, que son diez mil ciudadanos los que han firmado y más allá de ideologías, querencias, partidismos o melancolías, creen que un mercado de abastos "da vida a las ciudades" y es una forma diferente de comercio.

Analicemos, no obstante, el asunto porque es posible que los diez mil o una parte de ellos desconozca cuestiones que no deben desatenderse. Hay muchas más cosas que dan vida a las ciudades hasta que dejan de darla. Los mercados también la dieron, también la dan en algunos sitios igual que en otros mueren o languidecen. Incluso, en alguna ciudad se transforma en mercado gourmet pero, creo, que esa no es la idea de los diez mil. Quieren el mercado de toda la vida en una época cuando el abastecimiento está más que asegurado y en una competencia de precios que desborda cualquier previsión por realista u optimista que sea. Tal vez sea esa la razón por la que los últimos ejemplos conocidos en la ciudad como tal (Santa Ana, San Roque, Pardaleras) remodelados, con tiendas, con pequeños negocios de barrios, y cerraron o sobreviven porque nadie o pocos van a comprar a ellos. ¿Dónde se pone el mercado que piden? ¿Quién compra el terreno? ¿Quién hace la obra? ¿Quién arriesgará su dinero para instalar una tienda? ¿Quién dejará de acudir a su comercio habitual o la gran superficie para comprar en el mercado? Cuando vayan cerrando las tiendas, como ocurrió en Santa Ana o en San Roque, como ocurre en todas partes, ¿quién acudirá a salvarlas y quién compensará a esos pequeños comerciantes por su esfuerzo, ilusión y pérdidas? ¿Irán los diez mil a comprar a ese mercado de abastos donde en el último que hubo la media no llegaba ni para pagar el alquiler del local?