Vayamos con el pedigrí, que siempre viene bien. Soy de los que conoció la Plaza Alta con el Mercado Metálico, la calle de la Sal llena de comercios, casa Espada al final de San Juan, los antiguos churros de la calle Zapatería, los mostradores de La Giralda, los pasteles de Pascual Alba o La Argentina, la mercería Manolo o el bar El Águila. Soy de los que llamaba castillo a la Alcazaba, visité enfermos en el hospital militar, conocí -pero no entré, que no tenía edad-- la discoteca Charlot en el local del antiguo Cinema España, he visto abierto el colegio Merino y estudié un verano en la Politécnica de la calle Benegas. He conocido El Candado, Simago, a las antigüinas de la calle Guardia Civil, la calle del Burro -solo de paso, quede claro-, el ciervo del parque de la Legión, la gestoría Ayala, donde trabajé un verano, y, por supuesto, Galerías Preciados. O sea, soy de Badajoz de toda la vida y sé que el Casco Antiguo es el barrio de todos, por las raíces, aunque no todos lo frecuenten como debieran. Soy de Santa Marina y de San Fernando pero también soy del Casco Antiguo, donde trabajo, me divierto, alterno y soy vecino. Puede que haya tantas realidades, perspectivas, interpretaciones, sensaciones y motivaciones como habitantes tiene el barrio más todos los que no viven en él y también opinan pero la mía, mi opinión, vale tanto, de entrada, como la de los demás. Las opiniones proceden del conocimiento, sí, pero también de la experiencia y de las emociones y yo siento y sé y conozco que en el barrio queda mucho por hacer, cierto, pero se ha hecho más en los últimos 25 años que en todo el siglo anterior. ¿Lento? Tal vez. ¿No como quisiéramos? Es posible. Hace 30 años nadie aparecía por allí. Hoy es una zona segura, a lo mejor con matices, llena de vida, populosa, a veces, multicultural y abierta. Decir que está abandonado es incierto, que las administraciones lo tienen dejado de la mano de Dios, injusto, y que no si invierte, prueba de un desconocimiento sospechoso. Hay 10.125 vecinos y aunque todos pensaran distinto a mí, que no lo creo, afirmo que ni tanto ni tan calvo, que hay mucho por hacer pero mucho hecho y que sus dos principales problemas tienen derivadas complicadas de resolver. Al barrio ya se le salvó hace décadas; ahora necesita recuperarse definitivamente para todos porque de todos es.