El 12 de Octubre es la fiesta de España. También en Estados Unidos y en casi toda América Latina. Cada cual la llama de la manera que quiere y celebra lo que le da la gana, sin excluir curiosidades (Día de Colón, del Descubrimiento, de la Descolonización, de la Raza, de la Hispanidad, del Encuentro entre dos mundos, de la Diversidad Cultural, de la Resistencia Indígena, de la Interculturalidad y la Plurinacionalidad, entre otras denominaciones) y dejando al desnudo la estupidez de la conducta humana que, como en España, hay algunos que siguen pensando que el origen de la fiesta es franquista y solo ensalza el genocidio y el salvaje proselitismo católico.

Aún hoy, significados dirigentes políticos siguen sin leer lo suficiente. Situar el día de la Hispanidad frente al nacionalismo más rancio no es síntoma de progreso sino de cerrazón y totalitarismo. Renunciar a celebrar la fiesta nacional mientras festejan la Diada o el Aberri Eguna es una prueba más de la deriva de un país que no sabe de dónde viene ni a dónde va, anteponiendo la ideología a los intereses generales. Por ejemplo, renunciando a respetar las tradiciones, la historia, los símbolos y conceptos tan revolucionarios como fraternidad, libertad e igualdad.

Los nacionalistas o pseudonacionalistas junto con los progres del mundo uníos han confabulado en una misma sinrazón: el 12 de octubre es la celebración del patriotismo español, como si eso fuera malo, sin entender que no es lo mismo nacionalismo y patriotismo y extendiendo el virus de que lo que celebramos es el exterminio sobre la población indígena americana. Igual están tan familiarizados con este vocabulario que les sale sin querer.

Ya sé que para algunos botarates, la figura, la referencia del escritor peruano Mario Vargas Llosa no vale un pimiento pero les sería útil acudir al discurso pronunciado cuando recibió en Estocolmo el Premio Nobel de Literatura en el año 2010 donde recuerda que no todos los españoles masacraron, que a América llevaron mucho y bueno y que los problemas indígenas son responsabilidad, desde hace doscientos años, de los que se independizaron y no han sabido o no han querido resolverlos.