Escribo estas líneas sin haber visto aún en persona a los chicos del 15-M de Badajoz. No figuran, ni los de Cáceres, en la web que da cuenta del desarrollo de las actividades www.tomalaplaza.net . Pero sí he visitado, con calma, la concentración de la Puerta del Sol de Madrid. Y he hablado con participantes activos en todo aquello. Me gustaría que en nuestra ciudad se pareciesen a ellos.

Es fácil hablar mal del 15-M. Renegar; denigrar sin ver, ni conocer. O, lo que es peor, sin querer ver ni conocer, siendo tan fácil informarse. Si todas las generalizaciones son peligrosas, en este caso lo son más. Primero. El movimiento 15-M es apartidista. Aunque percibo que una mayoría de los participantes se sienten de izquierdas. Ahora pregúntenme qué es ser de izquierdas. Ser de izquierdas no es gritar: "esto es democracia y no lo de Sol". Ser de izquierdas es aceptar que democracia lo es todo o no es nada. Que también los que se salen del método --no del sistema-- son demócratas. Vayan a ver, si lo dudan, como se manejan las asambleas de Sol.

Segundo. Quienes han comenzado el movimiento son gente muy joven, pero no son todos chavales. También hay gente adulta. Y sólo hay que pararse a escuchar cómo participan los maduros en las actividades. Eso de que son niños de papá es falso. No digo que no los haya --la mayoría a su pesar--, pero nasti de plasti . Y, además, cuéntese de una vez, dan una sensación de respeto y tolerancia emocionantes. Menos cerveza y más cabeza , se lee por todas partes. De botellón, nada. Desprenden un aire de seriedad que ya quisieran muchas reuniones de partido.

En el 15-M hay de todo. Pero quien se quede en la hojarasca se confunde. Lo que están gritando es que con votar no se soluciona todo. Que los votos, aun provocando cambios, no siempre los traen. Que el sistema no sólo tiene que ser limpio, también parecerlo. Y que, para la clase trabajadora --si, la clase trabajadora-- no es bueno que se beneficie sólo a quien tiene más, cuando el cinturón sólo se lo aprieta ella. Que hay mucha política para perpetuar la burocracia de los partidos y demasiados políticos de profesión.

¿Es pedir un cambio de todo eso ser un niño de papá? ¿Es cosa de románticos? ¿De incultos? No. Es un derecho ciudadano, se vote o no. Lo impresentable es dudar de quienes lo piden. Y no digo intolerable, porque en democracia hasta quienes denigran tienen derecho a expresarse. Los pobres.