Dejar de fumar. Casarse. Ponerse a dieta. Ahorrar. Acudir a un gimnasio. Comprarse un piso. Pedir un préstamo. Cambiar de coche. Aprender un idioma. Tener un hijo. Hacerse un chequeo. Beber menos. Cuidarse más. Sentir mariposas en el estómago. Conmoverse con un buen libro. Hacer ejercicio. Olvidar un amor. Volver más a menudo a la casa familiar. Escribir un libro. Plantar un árbol. Hacer un gran viaje. Cumplir algún sueño. Conocer el mar. Encontrar un amor. Perseguir algún amanecer. Descubrir la montaña. Romper una relación. Regresar al cine. Tocar algún instrumento musical. Relajarse. Disfrutar en el teatro. Dormir un poco más. Emocionarse en un concierto. Trabajar. Estar más con los amigos. Aprobar. Escuchar más a tu pareja. Estudiar. Entender mejor a tus hijos. Caminar. Aprender a pintar. Recuperar alguna vieja amistad. Cambiar de peinado. Leer un poema. Afeitarse. Ver menos televisión. Grabarse un tatuaje. Apuntarse a una oenegé. Ponerse un piercing o pendiente. Emigrar. Regresar. Montar a caballo. Bucear. Esquiar. Dejar el pádel. Jubilarse. Hablarle a quien dejaste de hablar. Sobrecogerse con un atardecer. Comer en un buen restaurante. Carcajearse de vez en cuando. Llorar sin miedo. Y vivir. Existen tantos buenos propósitos, tantas buenas intenciones, tantas metas que alcanzar, un ritual repetitivo y que siempre nos llevó a la frustración, que conviene empezar el año con paso firme, fuerzas renovadas y proyectos realizables.

Dicen que el dos mil trece escuece, adormece, embrutece, enardece, enloquece, enfurece y empobrece aunque también robustece, reverdece, ennoblece, fortalece, favorece, reflorece y rejuvenece. Dice la numerología que el dos mil trece es un número seis y expresa actividad y abundancia, poder y decisión. Dicen los chinos que el año dos mil trece es el año de la serpiente y, aunque las informaciones, como siempre, son contradictorias, auguran posibilidades y satisfacciones. Nada que ver con la cultura occidental y la mala suerte que se le achaca al número trece.

Por si los pronósticos nos confunden, hay un decálogo fácil, asumible, contundente y de inmediatas repercusiones: Huir de las malas noticias, volverle la cara al mentiroso, ignorar al imbécil, no prestar dinero a nadie, ayudar a alguien a encontrar trabajo, repartir abrazos, sonreír un poco más, controlar la tensión, sentar a un amigo a tu mesa y desear feliz año todo el tiempo que sea necesario hasta que sea feliz de verdad.