Desde ayer, durante una semana, en la residencia universitaria de la Fundación CB, Rucab, se habla esperanto, un idioma artificial internacional que inventó en 1887 el oftalmólogo polaco Lázaro Zamenhof y que en la actualidad conocen hasta 2 millones de personas en todo el mundo, 10.000 como lengua materna En Badajoz se está celebrando el 74 Congreso Internacional de Jóvenes Esperantistas (IKJ), con un total de 284 inscritos procedentes de 47 países, desde Vietnan a Nueva Zelanda, pasando por Portugal, Rusia o Togo. Un saluton es suficiente para romper el hielo. Precisamente ayer concluyó el congreso universal en Lisboa, con la participación de más de 2.500 esperantistas, de ahí que, por proximidad, la organización pensase en la capital extremeña para realizar este encuentro, que cada edición se convoca en una ciudad del mundo y que permite además de practicar este idioma, descubrir otras culturas y mentalidades, así como dar a conocer que esta lengua existe. El próximo tendrá lugar en Eslovaquia.

Entre los asistentes al programa de la Rucab, se encuentra Andrés Plaza, un bilbaíno que vive en Badajoz desde hace más de 20 años. Tuvo su primer contacto con el esperanto cuando era un niño (tiene 52 años), a través de un cromo sobre el inventor del esperanto que le salió en un pastelito Bimbo para el album titulado ¿El porqué de las cosas?. «Ya me pareció interesante que hubiese un idioma que puede hablar todo el mundo, en igualdad de condiciones, como una lengua auxiliar, sin que nadie venga a invadirte», cuenta. Al cabo de muchos años, siendo universitario, se acordó de su cromo cuando vio carteles de cursos de esperanto y se apuntó. Lo aprendió en 24 clases de una hora, más el tiempo de estudio. Después contagió a algunos familiares. A Andrés Plaza, Andi, le satisface que este idioma le permita que personas que viven tan alejadas, en los congresos se conviertan en «paisanos tuyos, es como si fuera un pueblo, como si todos tuviésemos esa convicción de igualdad». En Badajoz es complicado practicar esta lengua. A veces ha tenido encuentros casuales. «Somos muy pocos y estamos muy dispersos, pero a veces pasa». Le ocurrió con Francisco Madruga, un cacereño de 28 años que también habla esperanto. Coincidieron en la cena de unos amigos comunes y en la conversación supieron que eran esperantistas. «Nos pusimos a hablar y la gente flipaba».

En el caso de Madruga, se tropezó con el esperanto cuando tenía 16 años. Un amigo le habló de un idioma internacional inventado «y me llamó muchísimo la intención». Estaba aprendiendo ruso pero no avanzaba y empezó a informarse. A los ocho meses asistió a su primer congreso hablando esperanto. Asegura que «es bastante fácil». Lo dice con criterio porque además sabe chino (tiene nivel B2), japonés, portugués e inglés. Para él, el esperanto es «hacer ejercicios con la mente, porque puedes inventar palabras que todo el mundo entiende y la agilidad mental se incrementa». A este joven, el idioma le permite «conocer gente con unas opiniones bastante interesantes y sobre todo, hacer amigos». Una vez leyó que si el inglés es el idioma del dinero, el esperanto es el de la amistad. Para él sí lo es. Tiene mucho que ver además con los valores. «La gente que lo aprende no es porque se lo enseñan sus padres normalmente, sino porque han decidido aprenderlo, por eso suelen ser muy activos».

En el congreso de la Rucab hay participantes de todas las edades, la mayoría son jóvenes. Ha acudido una familia de Sevilla con 3 hijos y el pequeño tiene 4 años. Otra en la que la mujer es de México y el padre alemán y traen a un bebé, que no habla aún. También un grupo de Scouts Verdes (de esperanto), casi todos adolescentes, entre ellos estadounidenses, belgas, alemanes y franceses. Para el organizador, Carlos Pesquera, este tipo de encuentros es como «bajar a tu pueblo para ver a tus amigos», con la diferencia de que proceden de lugares muy distanciados.

Hay esperantistas que usan este idioma en su día a día. Carlos Pesquera cita su propio ejemplo. Conoció a una joven alemana en Polonia en un congreso internacional y viven juntos en Hamburgo. En su casa hablan en esperanto. También los hay que trabajan en este idioma, muy pocos, reconoce. Se componen canciones y hasta hay youtubers que lo emplean. Las razones para aprenderlo son muy variadas, desde niños que encuentran un cromo, a otros que conocieron su existencia y decidieron aprenderlo, hasta quienes lo utilizan porque es el idioma que hablan sus padres en casa. Carlos lo aprendió con la aplicación Duolingo y también existen webs, como Ierno.net. Para él, el esperanto «es un idioma para viajar» porque encontrar a otro esperantista «abre una puerta». Hay gente que se mueve por el mundo gracias a esta lengua, porque no hay un sitio específico para practicarlo. Es fácil de aprender (tiene solo 16 reglas gramaticales y permite crear nuevas palabras, como el Lego) y es comprensible independientemente de la lengua de origen. Ahora con internet es más sencillo, pero antes había personas que lo aprendían por carta. «Sirve para viajar y para conocer gente que tiene una visión de la humanidad muy grande», señala Pesquera, quien defiende que el esperanto no es solo un idioma sino «unas ideas».