Bonito número, ¿verdad? Perfecto capicúa para la suerte. Podría ser el de un billete de lotería o el de un cupón de la ONCE. Pero no es ni una cosa ni otra. Lamentablemente, es el número de muertos que hay enterrados en la mayor fosa común de España, que no es ni más ni menos que el Valle de los Caídos. En el terrorífico número está incluido el propio Franco , que no hizo honor al título que le dio al adefesio y no cayó, sino que murió en su cama, como bien ignoran los escolares de hoy.

De los 33.833 muertos de la suerte del Valle de los Caídos, solamente 21.423 están identificados. El resto, entre ellos, no pocos extremeños, pertenece a la sangrienta pedrea de la guerra y de las represalias de después de la guerra. Hay allí muchos republicanos muertos en la contienda o asesinados. Sus cadáveres fueron robados por el franquismo para llenar el faraónico contenedor, acorde con los delirios de grandeza de un hombre bajito en todos los sentidos. Tiene guasa estar enterrado junto al responsable máximo de tu propia muerte. Los parientes que tratan de rescatar los restos de sus padres o de sus abuelos asesinados de semejante lugar, definen esta circunstancia como "aberración". Es como tener obligatoriamente enterrado a Allende en el mausoleo de Pinochet , para que nos entendamos, o sea, la hostia. Pero, claro, ni la Iglesia ni la derecha quieren remover hacia la justicia los macabros espacios de Cuelgamuros. Es un episodio más de la batalla que cree estar ganando esa parte cavernaria de la derecha española al pensar que, al sacrificar a Garzón , va a quedar todo solucionado, lo de la Memoria Histórica, con el Valle de los Caídos incluido, y lo de los casos Gürtell, Fabra y Matas --aunque la lista es mucho más larga--. No se dan cuenta, torpes, de que, en realidad, están glorificando al juez que más odian, que, si aquí pierde, ganará al final en los tribunales internacionales y volverá con el triunfo en la mano, como los antiguos generales romanos, para darles con el laurel en los morros.

Bonito número el 33.833 si no fuera porque es dos veces el número del demonio partido por la mitad. La Iglesia no se pone de acuerdo en si, al final, existe el demonio o no. Hasta ahora ha estado muy bien echarle a él la culpa del mal que asuela al mundo. Pero el verdadero demonio es el torturador tantas veces bendecido por las sotanas.