TUtn año más asisto atónita al debate sobre si debe existir o no un día dedicado a la mujer. Sobre todo hombres, y casi siempre en privado, pero también algunas mujeres ponen en duda la continuidad o el acierto de una celebración que en mi opinión, al igual que otros días internacionales , reivindica y recuerda situaciones injustas que, en este caso, viven las mujeres.

Porque si bien en sus inicios, en pleno auge del movimiento obrero y la revolución industrial, este celebración se centraba principalmente en un reivindicación laboral, de ahí que comenzara denominándose Día Internacional de la Mujer Trabajadora; lo cierto es que en la actualidad la conmemoración del 8 de marzo tiene un sentido mucho más amplio que podría resumirse en la palabra igualdad.

No sólo las mujeres siguen siendo en estos momentos uno de los colectivos que sufre mayor tasa de paro, sino que además las discriminaciones en el terreno laboral son constantemente denunciadas por organizaciones sindicales y organismos, tanto públicos como privados, creados para la defensa de la mujer. Es injusto que por el mismo trabajo le paguen menos a una mujer que a un hombre; o que el embarazo de una mujer sea un lastre para conseguir un puesto de trabajo; o que las mujeres tengan más dificultades para ocupar los puestos de toma de decisiones, es decir, los cargos directivos. Pero las situaciones injustas que se derivan de las desigualdad entre las personas, traspasa el mero dato económico para convertirse en una crueldad en el caso de las muchas mujeres que mueren, cada día, a manos de sus parejas o exparejas. El machismo, como sentimiento de superioridad y dominación del hombre, sigue agazapado, y lo que es peor, también en las ideas de muchas chicas jóvenes.

En las últimas décadas los avances en materia de igualdad han sido notables, sobre todo en los países occidentales, pero mientras sigan produciéndose situaciones injustas, habrá días internacionales que celebrar.