Hay un personaje que sin haber visitado nunca Batalyús --no creo que pasase de Ishbilia-- tuvo una enorme importancia en la última etapa islámica de la ciudad. Me refiero a Abd al-Mumin, el primero de los califas almohades. Fue el iniciador de la dinastía, pero no del movimiento religioso. El creador de la doctrina fue Ibn Tumar, quien era oriundo de Tinmal, al sur de Marraqués. Abd al-Mumin fue su mano derecha, aunque era originario de una región que hoy es Argelia. Cuando el Mahdi (= Mesías), como le llamaban sus seguidores, falleció su lugarteniente quiso ser, también, su sucesor, pero no le fue tan fácil. Allí quienes cortaban el bacalao, en ausencia del Fundador, eran los jefes de las tribus beréberes --imaziguen-- que le habían apoyado. El que iba a ser primer califa inspiraba serias desconfianzas y, de hecho, tardó casi cuatro años en ser aceptado por todos y, finalmente, jurado. Alguna razón tenían, porque respetó su poder, pero muy pronto comenzó a aflojar la estricta práctica de su antecesor. Y sus descendientes incrementaron esta tendencia hasta casi hacer irreconocible la teoría original.

Los oligarcas andalusíes tampoco se dejaron convencer fácilmente y, desparecida la autoridad única y férrea de los emires almorávides, cada uno campaba por sus respetos. Al nuevo soberano le costó meterlos en vereda. También al reyezuelo de Batalyús. A la postre, después de haber incumplido una vez su juramento de fidelidad al nuevo califato, se les obligó a ir a Marraqués a inclinarse ante el monarca. Salvaron la cabeza por muy poco --necesidades políticas--, pero ahí acabaron las veleidades de la mayoría. Debió ser en ese momento, sobre 1148, cuando una guarnición norteafricana se acuarteló en la alcazaba. Y, por cierto, se inició el ciclo de obras que sólo habían de concluir con la erección de la torre de la Atalaya, la última pieza de sus innovaciones defensivas. Los almohades se preocuparon de Batalyús. Era la esquina de su inmenso imperio, pero no tenemos demasiada información sobre la importancia administrativa que le otorgaron. Aunque siempre se soslaye su etapa de dominio, el nacionalismo historicista español lleva mal eso de que la península Ibérica fuese una dependencia del Magreb, gobernaron más tiempo que los aftasíes. Tan apreciados, sin conocerlos, por el localismo militante. Cosas.