No creo que estas columnas sean un inútil ejercicio de erudición. Trato de dar mi opinión, estando abierto a las críticas fundadas. Las otras, las ignoro. Mi propósito aludiendo a problemas históricos relacionados con Badajoz es contribuir, aunque parezca pedante, a formar la opinión sobre temas no siempre tan accesibles a los ciudadanos no conocedores de ciertas cuestiones o carentes de los medios suficientes para ampliar su visión. Pero, a veces, desespero, porque convendrán conmigo en que estos son malos tiempos para la lírica. Después de mucho explicar, llega un concejal de Vox de un pueblo aragonés, es un ejemplo, y manda quitar la estatua de un tal Abderrahmán III, de quien no sabe nada. A lo sumo será capaz de balbucear eso de que es moro, confundiendo los términos. No era moro, sino árabe; no era español -España no existe como Estado hasta el siglo XVIII-, sino andalusí, y su familia era de origen sirio. Y los ojos azules son muy frecuentes en Oriente Medio. No hay que buscar explicación en el origen de su madre. A saber cómo era la señora. No puede eliminarse una escultura así como así. Existe un procedimiento y, de no cumplirse, podría recurrirse el acto ante los tribunales. Lo problemático no es quitar o poner estatuas. Lo incomprensible es carecer del mínimo criterio racional para justificarlo. Es un caso de racismo puro y duro, dejémonos de paños calientes. Por los mismos motivos podría razonarse que la escultura de Abderrahmán b. Marwan, en Badajoz, también debe quitarse, con lo difícil que ha sido demostrar un mínimo respeto por el fundador de esta ciudad. Hay quien achaca a problemas personales ciertas de mis críticas al señor alcalde Fragoso por una célebre conferencia en que llamó renegado a dicho fundador. Si menospreciamos algunos conceptos, seguro que por ignorancia, estamos abonando el proceso de desprecio hacia una determinada comunidad religiosa. Y luego va otro concejal, de Vox, y le recuerda al pacífico imán de Badajoz que en países islámicos no existe tolerancia. ¡Ni en la España cristiana de su admirado Caudillo! Eso son los efectos de la fragosa inconsciencia. Hasta hace poco eran lo mismo. Ahora van separados. No diferencio el discurso.