Aunque pueda parecer extraño, fueron los militares ingleses los que trataron con más dureza a lord Wellington, por el modo de conducir los asedios de plazas en la Guerra Peninsular. Y es cierto que el general británico demostró tener una gran preparación en sus acciones en campo abierto, pero en su forma de atacar plazas fuertes no lució una especial habilidad.

En una cierta medida puede decirse que sir Arthur practicó lo que estaba aprendiendo en la península de su gran maestro Napoleón, pero combatiendo contra sus mariscales y generales. La primera y última vez que se enfrentó directamente con él consiguió derrotarlo; por los pelos. Fue en la memorable batalla de Waterloo.

En España y Portugal el inglés jugó con ventaja porque, a pesar de su inferioridad inicial, poseía unas líneas de abastecimiento perfectamente despejadas, a partir de la base de Lisboa, y gracias a los medios puestos a su disposición, consiguió salir airoso del asedio francés a las llamadas líneas de Torres Vedras. Y, además, contaba con muchas fuerzas españolas y portuguesas y con el incomparable apoyo táctico e informativo proporcionado por las guerrillas.

Pero en cuestiones de asedio, Wellington cometió errores notorios y fue, precisamente en Badajoz donde se pusieron de manifiesto de un modo patente. Las dos primeras acometidas a la ciudad se empecinaron en tomar el fuerte de San Cristóbal, bombardeando el recinto amurallado de la ciudad desde la orilla izquierda del Guadiana. Demasiado lejos para tener éxito. Y eso que los franceses estaban muy escasos de medios y apenas habían conseguido reparar los daños que ellos mismos habían producido en las murallas badajocenses durante el asedio de 1811.