¿Quién ha dicho que la ciudad debe ser aburrida, monótona y despersonalizada? Nuestro ayuntamiento desde luego no. Hace todo lo posible para que el personal esté entretenido. Incluso le hace disfrutar durante el paseo, las correrías y las caminatas para quemar colesterol o su vuelta a casa. Incluso se preocupa de sus relaciones amorosas.

Si sus relaciones afectivas están deterioradas, probablemente cuando vaya con su pareja medie entre ambos un trecho lo suficientemente amplio como para no rozarse. Pues ya tiene el pretexto para recomponerlas. Porque nuestro ayuntamiento ha puesto unas aceras en el R-66 que sólo miden un metro de ancho, de manera que es imprescindible caminar muy juntitos, incluso agarrarse fuertemente, so pena de caer a la calzada o entre hierbajos y basura. Eso en el caso de que no se odien tanto como para empujar al acompañante al paso de un camión ni sean tan ridículos como para ir en fila india. Por si no fuera bastante en una de las aceras hay siete u ocho farolas en medio a lo largo de cien metros. Concretamente en la que comienza junto al famoso monumento, único en el mundo, que dada su relevancia histórica y arquitectónica ha merecido que se le haga un jardincito, le ilumine y le ponga una cancela. Por lo tanto, o se arrima mucho, pero mucho mucho, o alguno se cae. Esto es mirar por el amor. Y quizás por la familia y la procreación, aunque vete tu a saber qué clase de parejas frecuentan esas aceras.

Naturalmente estas aceras no están hechas pensando en los borrachines, proclives a perder el equilibrio, pero tampoco en los minusválidos. Así pues deben poner carteles de prohibido el paso a los miembros de ambos colectivos.