El alboroto castrense de hace unas semanas hizo pasar desapercibido un suceso de mucho menor brillo, pero que, a mi modo de ver, posee tanta o más relevancia, en la medida en que marca la evolución social de nuestro país, de nuestra región y de la propia ciudad. Me refiero a la jornada de puertas abiertas organizada por la comunidad musulmana de Badajoz en su sede del Gurugú. Fue un acto sencillo, al que asistieron como invitados, entre otros, dos de los concejales del ayuntamiento: el de limpieza, por el equipo de gobierno, y el portavoz del PSOE.

Muy bien me parece esa presencia, demuestra sensibilidad social y normalidad democrática. Pero, además, es síntoma de muchas otras cosas. Entre ellas la paulatina integración de los inmigrantes en nuestra sociedad y la tolerancia con que se va aceptando la existencia de otras comunidades religiosas distintas de las cristianas; en este caso la musulmana. No soy, en absoluto, partidario de representaciones oficiales en las celebraciones religiosas. La inconsecuente actuación del Ministerio de Defensa en el Corpus de Toledo es una de ellas. Las tradiciones son actos repetidos durante años y, a veces, siglos. Un buen día dejan de ser pertinentes o lo son en cuestiones accesorias y hay que cambiarlas, en todo o en lo que cumpla. Procesión, sí; honores militares, no. Eso no es una falta de respeto. Lo contrario puede representar un agravio comparativo. Somos un país aconfesional, no laico, y el movimiento, pese a quien pese --siempre suele pesar a los mismos-- se demuestra andando. Lo de los musulmanes de Badajoz fue un acto privado, simpático. El ejercicio de la normalidad tolerante en una ciudad sin casi minorías, hasta ahora.

Sólo falta que desaparezcan de alguna publicación turística del ayuntamiento las alusiones casposas sobre la conquista a los moros . No es el término, que podría usarse en su dimensión correcta, es el tono. El tufillo a fósil que desprende. Hay que poner las actitudes al día. También los mensajes. Aún queda mucho por hacer. Por ejemplo, ¿qué pasa con el cementerio musulmán de Badajoz? ¿Van a tener que seguir llevándose los miembros de esa comunidad sus muertos fuera, por falta de un sitio apropiado? Solucionar eso sería, de verdad, un ejercicio tangible de tolerancia. No son moros , son ciudadanos. Y los muertos son todos iguales, con independencia de lo que creyeran en vida. ¿Es tan difícil de entender?