Los pozos de Badajoz se surten de una de las 14 unidades hidrogeológicas de la cuenca, la 9, que abarca las Vegas Bajas sobre una formación geológica del Cuaternario y es del tipo acuífero detrítico. Emilio Luna afirmó que "no tiene una gran carga de explotación", máxime si se compara con la sobreexplotación del acuífero 23 en Ciudad Real, cuya productividad también es mucho mayor. Aunque sí se nota que con sequía se perfora más.

En Badajoz, la principal carga sobre el agua subterránea se concentra en las urbanizaciones; hay pozos en el casco urbano, pero pocos, en los campos de alrededor y algunos industriales.

El acuífero tiene un nivel piezométrico --profundidad del agua--, que depende del material geológico y es, normalmente, irregular, sube o baja en función de la lluvia y del volumen de bombeo. A veces el agua aparece a 10 metros, otras a 140.

En cuanto a la calidad del agua, Emilio Luna explicó que "el acuífero actúa como filtrante, pero si se contamina es muy difícil que sea reversible". La contaminación procede de productos agroquímicos, "difusa", y de vertidos industriales, "puntual". Hay casos en los que se ha comprobado que la contaminación tardó 7 años en aparecer.

CONTROLES PREDICTIVOS Por ello hay controles predictivos en redes piezométricas que indican tendencias y si hay o no sobreexplotación; y "se toman muestras para hacer controles de calidad", explica el técnico de la CHG. No obstante, a quienes van a legalizar un pozo se pregunta si es para consumo humano, en cuyo caso debe hacerse un análisis de potabilidad por Sanidad.

Emilio Luna anunció que en los próximos días "habrá mucha gente que reciba una carta, que no se asusten, es para culminar el proceso de inscripción y legalización de los pozos". Comenzó en Badajoz y seguirá en otras poblaciones de la provincia.

Los pozos proliferan más que nunca, lo cual es posible en las Vegas Bajas porque hay un equilibrio entre el consumo y las aportaciones que no se da en zonas donde la sobreexplotación provoca consecuencias ecológicas graves, como en los ojos del Guadiana, que han desaparecido, o en las tablas de Daimiel.

No obstante, señaló que las aguas subterráneas son utilizables siempre teniendo en cuenta las prioridades que establece la ley. Su uso viene de antiguo. Los romanos ya utilizaban técnicas de bombeo para achicar agua de las minas; los árabes para mover sus norias y regar sus huertas, hasta hoy. Pero el auge se produjo con las nuevas técnicas de perforación y de extracción en la década de los 70, "cada vez se podía llegar más abajo y sacar más agua", a pesar de que la geología es caprichosa y "lo mismo perforas aquí sin encontrar agua, que al otro lado del camino la encuentras a pocos metros", contó Luna.