Creo que sí, pero no era mi intención», manifestó G. P. ciudadano de nacionalidad rumana, acusado de matar a Mirela Gheorghe. cuando respondió a la pregunta de la fiscala sobre si fue él quien quitó la vida a su expereja, de 21 años y madre de dos hijos, uno de ellos en común. Fue el inicio de la declaración del inculpado en el juicio que se sigue en la Audiencia Provincial de Badajoz, por el crimen machista de Mirela, que murió a ahogada tras recibir 43 golpes la madrugada del 6 de enero de 2016 tras una fuerte discusión de la pareja en un paraje del citado pantano.

El acusado admitió que golpeó a la víctimas en dos ocasiones con una botella de whisky y después con una piedra, si bien afirmó que no fue el autor de las 43 heridas y lesiones que presentaba su cuerpo cuando fue rescatado del agua, pues la muerte le sobrevino por ahogamiento.

El juicio se inició con la elección del jurado entre las personas llamadas al proceso de selección, quedando formado por nueve miembros; siete hombres y dos mujeres, además de dos suplentes, que fueron instruidos por el presidente de la Sala sobre cómo actuar para tomar las decisiones que les llevarán a emitir un veredicto de culpabilidad o inculpabilidad.

Tras la lectura del relato de los hechos por la secretaria, las partes personadas en la acusa -fiscal, acusación particular, acusación popular ejercida por la Junta y la defensa-- expusieron sus conclusiones provisionales, la calificación de los hechos y las penas que solicitan.

Así, fiscal y acusaciones coinciden en calificar los hechos como un delito de asesinato, al considerar que el acusado actuó con premeditación, alevosía y circunstancia de lugar. También que le causó las heridas y ahogó a la víctima, tras una fuerte discusión dentro del coche cuando fueron al pantano para mantener relaciones, deshaciéndose después él de sus pertenencias y limpiar el coche, como reconoció parcialmente. Y por ello le piden 25 años de prisión. Además, por quebrantamiento de condena por acercarse a la víctima teniendo una orden de alejamiento, piden un año más.

La defensa, por su parte, modificó las suyas para, con un relato de los hechos distinto al de las acusaciones, sobre todo al considerar que no hubo premeditación ni alevosía, y asumió el delito de homicidio con las atenuantes de obcecación, confesión e intoxicación. Y por ello, la pena sería de 9 años de cárcel y otra de 6 meses por quebrantamiento.

El acusado contó que fue «ella quien me llamó», que le pidió que la recogiera en Badajoz, estando él en Mérida, y que comprara «botellón». Dijo que tras recogerla en las casas aisladas de Gévora fueron a un polígono a beber y a mantener relaciones sexuales, pero al ver un coche policial decidieron marcharse, pues estaban incumpliendo la orden de alejamiento, algo que, como señaló en varias ocasiones, era habitual pues «éramos pareja; discutíamos todo todas las parejas, pero yo la quería, era la mujer de mi vida y lo seguirá siendo», afirmó en más de una ocasión.

También indicó que «ella me quería mucho; no sé por qué le gustaba verme enfadado y ponerme celoso, pero me quería mucho». Fueron precisamente los celos, dijo, los causantes de la discusión que mantuvieron en Alange --que «era donde íbamos a hacer el amor, a pescar, era nuestro sitio secreto»--, al volver a enseñarle, como hizo en Badajoz, conversaciones con otras personas con las que mantenía relaciones.

«Estábamos en el asiento de atarás del coche para hacer el amor, porque le gustaba mucho, y a mi; pero era ninfómana, yo no podía con ella», dijo un otro momento de su declaración. Y ante su «ataque de celos», ella «gritaba que se iba, intentaba salir del coche; no sé por qué le di con la botella para que no saliera», Una vez fuera, junto a la valla de madera que protege el paraje de un precipicio, un talud «de 30 metros de rocas, intenté retenerla, le di otra vez con la botella pero se cayó». Luego señaló que la mayoría de las 43 heridas y la rotura del cuello se las haría en esa caída.

Además, confesó que ambos se veían de forma continuada a pesar de la orden de alejamiento, «porque éramos pareja»; que el juicio por amenazas por el que fue condenado con anterioridad formaba parte de un plan: «Ella me explicó todo lo que teníamos que hacer para que le dieran una pensión como mujer maltratada». Y contó que incluso que «se alquilaba un piso, pagaba un mes y después dejaban de hacerlo».

Además, a preguntas de su abogada, G. P. manifestó que Mirela era una mujer «de gran carácter; era ella quien mandaba en la relación». También que tras los hechos, él fue a su casa a esperar a la policía y que cuando llegó la Guardia Civil, preguntó por el teniente y le contó lo ocurrido «antes de que me preguntaran».

G. P. pidió perdón en varios momentos: «Me duele muchísimo lo que he hecho; quiero pedir perdón a la familia y a todo el mundo». Y cuando le preguntó su abogada si lo tenía planeado, respondió que «nunca». El juicio continúa hoy.