El recluso Antonio R. P. --sevillano de 32 años--, acusado de haber matado a David Sansegundo --25 años, de Villar del Rey-- el 28 de septiembre del 2006 en la prisión de Badajoz por un paquete de tabaco, negó ayer en el juicio con jurado que se celebra en la Audiencia ser el autor del crimen. Y achacó los testimonios de quienes dicen haberlo visto golpear a la víctima, que "lo harán para obtener beneficios". Este término fue negado por los tres testigos que declararon en la primera sesión ante el fiscal, las acusaciones y la defensa.

El juicio comenzó con la información del procedimiento a los siete hombres y cuatro mujeres del jurado --nueve titulares y dos suplentes-- por el fiscal, los letrados de las dos acusaciones particulares --por los padres de la víctima y la expareja y sus dos hijos--, del Estado y de la defensa.

El fiscal y las acusaciones califican los hechos de asesinato y solicitan 20 años de prisión. La defensa, tras proponer la reconstrucción del crimen en la prisión --denegada "de momento"--, pidió la absolución por no apreciar la existencia de delito, " menos asesinato; en todo caso homicidio", dijo el abogado.

La letrada del Estado se limitó a los aspectos de la responsabilidad civil subsidiaria de la Administración al ocurrir los hechos en un centro estatal y por haber posibles indemnizaciones a los familiares, reclamadas sobre la base de que víctima y agresor no debieron coincidir nunca en el módulo 1. La primera cumplía un año por drogas y malos tratos, y el segundo estaba considerado peligroso, pues había matado ya a dos personas.

A LAS CINCO DE LA TARDE Los hechos sucedieron pasadas las cinco de la tarde. Según el fiscal, Antonio R. P. exigió a David Sansegundo el tabaco que le debía por haberle cortado el pelo unos días antes. El joven estaba bajo los efectos de unas pastillas que había ingerido, recostado sobre la pared, cuando el acusado le requirió el pago de la deuda. Al responderle que le pagaría cuando abriera el economato, el agresor sacó un pincho y se lo clavó en el corazón sin que tuviera posibilidad de defenderse.

En ese momento no había funcionarios en el patio. Un interno que se disponía a llamar por telefóno oyó que alguien se caía a sus espaldas y lo socorrió, pues es técnico sanitario, según explicó ayer al tribunal. Este no vio lo ocurrido, solo atendió al herido. "Tuvimos que esperar a que llegaran los funcionarios y se cercioraran de que era un herido, pues había casi cien personas gritándoles que abrieran la puerta", contó. El testigo sufrió miradas y amenazas del acusado durante y tras su declaración.

El relato del fiscal indica que el acusado fue a los servicios y escondió en un inodoro el pincho, un soporte de televisión con el mango de una paleta de ping pong. El defensor intentó llevar el caso por las distancias y los tiempos en los que discurrieron los hechos para concluir que era imposible que Antonio R. P. estuviera en ese lugar cuando sucedieron. El acusado declaró: "Yo bajaba de la celda al patio y vi a un grupo que llevaba a alguien en volandas a la enfermería". Desde ahí, no cedió un palmo en su versión de los hechos.

LA FAMILIA El abogado de los progenitores de la víctima contó cómo el padre perdió la razón a raíz el asesinato de su hijo y fue juzgado --y absuelto por su estado mental-- por intentar quemar la casa del alcalde de Villar del Rey, al considerarlo responsable, junto a la expareja de su hijo, de que éste fuera a prisión.

Los otros dos testigos declararon, uno como protegido tras una mampara, haber visto al acusado acercarse a la víctima, golpearle con el puño cerrado en el pecho, sin ver si tenía algo en las manos, y después dirigirse "a la zona de los servicios". También que el herido quiso levantarse y que después de dar dos o tres pasos "se derrumbó" sangrando por la herida. Uno de ellos intentó incluso acercarse a socorrerlo "pero no me dio lugar", dijo, pues los hechos ocurrieron "muy rápido", según afirmó; y de "forma sorpresiva", según el otro.

Ninguno de ellos vio entrar al acusado en los servicios y así lo dijeron, solo que fue hacia esa zona, y todos coincidieron en que no había ningún funcionario presente cuando ocurrieron los hechos, así como que a partir de éstos si hubo más vigilancia y más controles.

Además, Los tres negaron haber recibido ningún beneficio personal, ni penitenciario. "Los pocos que haya obtenido me los he ganado por mis méritos", afirmó Uno. "Yo salí después de mear todas las mañanas en un bote para hacer las pruebas de drogas", señaló otro.

El juicio continuará hoy con la declaración de los forenses, de los funcionarios de prisiones y otros testigos.