Algunos políticos tienden a librar sus batallitas en cabeza ajena y en ocasiones dirimen sus diferencias sobre el nombre de un tercero, a menudo prestigioso y que nada tiene que ver con aquéllos ni con sus mezquinas diatribas. Es lo que acaba de ocurrir en Don Benito, donde la Corporación regida por el Partido Popular ha archivado el nombramiento que proponía como hijo predilecto de la ciudad a Jesús Sánchez Adalid , porque el Grupo Socialista se ha opuesto a dicha distinción, aduciendo que no reúne los requisitos para tal honor, honor que, en realidad, se lo hubiera hecho Adalid a dichos políticos y no ellos a él.

Da lástima y vergüenza ajena ver a estos ediles, de uno y otro signo, que ni siquiera son capaces de ponerse de acuerdo en algo tan elemental y fuera de discusión como esa distinción a Adalid, que, por otra parte, éste no había pedido y que se volvería en su contra de no estar su nombre por encima de semejante memez. Los dos grupos políticos merecen la reprobación de los ciudadanos en este caso, el primero, por lanzar una propuesta para la que se requiere una mayoría que no tiene sin consulta previa al otro grupo. Y, el segundo, porque una vez formulada dicha propuesta, lo que debería haber hecho es, haciendo gala de esa grandeza de espíritu cada vez más rara, dar por bueno el asunto, teniendo en cuenta que con ello no se deriva mal para nadie y sí un bien objetivo evidente para Don Benito, cuyos ciudadanos consideran a Adalid --su fama ennoblece y publicita su cuna como nadie-- como algo propio, aunque se fuese a vivir muy niño a Villanueva de la Serena.

Quiéranlo o no los discrepantes, el nombre de Adalid está indisolublemente unido por cuna a Don Benito y precisamente era esto lo que pretendía subrayar el frustrado galardón. Y eso, en un hombre que reúne una gran bondad personal, un enorme mérito en su labor de sacerdote y párroco --ojalá todos los curas fueran como él--, una inmensa solidaridad con los demás, sobre todo con los más necesitados, y un prestigio como escritor que traspasa las fronteras de España, es un tesoro que ninguna ciudad debería dejar escapar. Ahora quedará Don Benito como el pueblo donde se le dijo no a Jesús Sánchez Adalid. Salvo que se restaure la cordura y sus regidores hagan lo que deben.