El terrible año 2011, del que algunos analistas dicen que lo único bueno que tiene es que será mejor que 2012, termina sin crispación. Sin la crispación política fomentada por el PP a lo largo de los últimos ocho años. La otra crispación, la de la calle, la generada por la negra realidad, sin duda va a recrudecerse. Sin embargo, la crispación política, la que es consecuencia de una oposición salvaje, ejercida sin el menor respeto por el adversario, ha terminado. La desaparición de la crispación política acontece siempre que el PP alcanza el poder. El PP, la vieja derecha que en él habita, y los poderes mediáticos, económicos y sociales que son sus aliados y sus inspiradores, consideran el poder como algo propio que a nadie más corresponde ejercer. Es un resabio franquista que esa derecha no acaba de quitarse. Por eso es tan agresiva cuando está en la oposición. Por eso los años en que no gobierna son de insoportable crispación política. En cambio, en cuanto el PP gana el poder, acaba la crispación, lo cual demuestra que no son los otros partidos los responsables de la misma.

Durante los últimos 8 años el PP ha ejercido una oposición basada en la descalificación del adversario, en el insulto y en la insidia. Han dicho que ellos eran los buenos y los demás, los malos. Han dicho que ellos eran los listos, y los demás los tontos. Recuérdense las barbaridades propaladas sobre Zapatero, Aido, Pajín o Rubalcaba, la monserga del España se rompe, la cantinela de que el Gobierno negociaba con ETA, la falacia de que ETA y el Gobierno estaban tras el 11-M, la falsedad de que el Gobierno socialista era el culpable de todos y de cada uno de los 5 millones de parados, y otras barbaridades.

Ni hace ni hará el PSOE una oposición de ese tipo. No es su estilo ni hay antecedentes de eso. Esta es la causa de que la crispación haya desaparecido y no las buenas palabras de los ministros entrantes, elogiando al final la labor del Gobierno saliente. A buenas horas, mangas verdes. Otra vez están los zorros guardando el gallinero. Otra vez llegan los lobos disfrazados de corderos. Pero esta vez no se van a ir de rositas. No pasará mucho tiempo sin que les veamos llorar. Ahora les toca sufrir a ellos. Se lo merecen, porque, por ganar, perdieron la grandeza de espíritu.