La referencia del magrebí al-Himyari a un lugar al norte de Badajoz donde se extraía cristal de roca parecía irreal y todos los investigadores, yo mismo, habíamos menospreciado su testimonio. La única posibilidad de que tuviera razón se basaba en la aparición esporádica, en la zona de Logrosán, de ese tipo de cuarzo. Pero no había motivos para suponer que eso hubiera podido producirse de un modo sistemático, sino quizás esporádico. Sin embargo, resultaba exagerado pensar que la atención de un autor se fijase en un hecho solo casual. No se podía argumentar más sobre esa contradicción. Pero, como ya les conté, a veces los caminos de la investigación histórica son retorcidos y la línea recta no siempre es la distancia más corta entre dos puntos. Y he de volver al posible origen egipcio fatimí de las piezas que provocan esta disgresión. Los objetos de esa serie conservados en España, con algunas escogidas excepciones -la botella de la catedral de Astorga y el frasco del monasterio de San Clemente, de Toledo- son relativamente simples, a veces primitivos. Nada comparable con las extraordinarias vasijas de la misma materia custodiadas en el Museo del Louvre (París), en el de los Ufizzi (Florencia) y en el de San Marcos de Venecia, auténticas obras de arte. No había solución a las preguntas porque unas y otras están fuera de contexto arqueológico. Más comercio de Antigüedades que Arqueología.

Habíamos de resignarnos a aceptar que todos los cristales -los de gran calidad y los más toscos- fueron elaborados a la orilla del Nilo. Ni la menor noción de que las cosas fueran de otra manera. Hasta que dos grupos de investigadores, desconocidos entre sí, dieron sin saberlo con una muy probable clave. Un equipo, excavando una alcantarilla del alcázar de Medina Azahara, y, otro, haciendo estudios geodésicos en la ciudad romana de Ammaia, al pie del cabezo donde se levanta Marvão. ¿Les suena? Parece que esta población fue fundada por Abd al-Rahman b. Marwan -de ahí su nombre- que ya se había asentado donde hoy está Badajoz, pero antes de haberla fundado. A esas alturas -870- Ammaia era una ruina. Continuaré con este enredo de cristales de roca, porque unas cosas acabaron llevando a las otras.