Como olas. Las corrientes y las mareas traen siempre algo nuevo a la orilla, a veces solo lo muestran y lo vuelven a arrastrar agua adentro, una y otra vez, depositadas con cuidado sobre la arena mojada, o lanzadas a la cara del que no ha tenido la precaución de ponerse a buen recaudo un día de galerna. Un programa de televisión y plaf, la espuma parece empaparnos, pero solo es espuma, y solo humedece, aunque nos produzca escalofrío. Los medios de comunicación nos abruman con «novedades» y se nos alarma el alma. A su son, como un mar de fondo, resurgen imágenes de la torre Eiffel, los colores de Francia. Otros no han tenido tanta suerte, se los tragó el océano para siempre, engullidos como un gran Titanic: Los más de 40 estudiantes asesinados en Méjico, la activista hondureña que mataron porque que clamaba por los derechos de los indígenas, aquellas ejecuciones masivas difundidas en video de más de 50 cristianos egipcios y etíopes a manos del ISIS, Guantánamo tras y pese a Obama, las detenciones de periodistas en Turquía, los que murieron intentando pasar al Reino Unido desde Calais, los seis años y medio de secuestro por las FARC de Ingrid Betancourt, o los presos políticos que siguen soportando la represión en Cuba tras el macroconcierto de los Rolling y el desfile de Chanel. Esta semana la noticia es el Congo. Las violaciones alcanzan casi el cuarto de millón, un alto porcentaje son perpetradas o coadyuvadas por las propias autoridades; pero no se producen hoy, si no desde 1998. No son de ahora los miles de muertos en su mayoría hutus ruandeses, tampoco es reciente la guerra por el control de la casiterita y coltán, y ya hace décadas que oímos hablar de los ‘señores de la muerte’. Sin embargo las redes se llenan de condenas contra lo que, de repente, hemos «descubierto» y que con nuestra corta memoria borraremos enseguida. Cohabitará durante solo unos días con los restos de las letras de Cohen, que a su vez enterraron a las de Bob Dylan y éstas a otras, a otros, a todo. Alarmas superpuestas que pasan como las suaves olas del Mediterráneo en verano, sin dejar huella.