Cuando los ciudadanos votamos a un candidato cabeza de lista en unas elecciones, no solo lo hacemos para que, si resulta ganador, ocupe la alcaldía o la presidencia ganada democráticamente, sino también para que, si resulta perdedor, permanezca al frente de la oposición. Los electores votamos para que los votados cumplan con sus obligaciones y una de ellas, tal vez la más importante y la que requiere mayor grandeza de espíritu, es la de permanecer en la oposición al menos hasta las siguientes elecciones en caso de perder. Lo que no es de recibo es que candidatos que se postulan para alcaldes o para presidentes de lo que sea, si no resultan ganadores se marchan a su casa, con un desprecio absoluto por el electorado y una atención preferente a sus intereses personales, entre los que únicamente estaba, al parecer, el objetivo de ser alcalde o presidente y, si no, adiós.

O alcalde o nada es la opción que han elegido Odón Elorza en San Sebastián o Angel Calle en Mérida. En los dos casos me duele más, por ser ambos socialistas y, en el segundo, aun más, por ser viejo amigo. Lamento tener que decir que, desde el punto de vista del elector y desde el punto de vista de la democracia, estas actitudes son inaceptables. En el lado opuesto tenemos a Celestino Vegas , que con gran gallardía encara la legislatura al frente de la oposición en el Ayuntamiento pacense. Otros muchos como él, de una ideología y de otra, van a seguir haciendo política desde el lado más difícil, pero también desde el más grande democráticamente hablando. Hacer política siendo alcalde o presidente de lo que sea, es fácil y agradecido. Pero hacerlo desde la oposición, después de haber perdido unas elecciones, con una perspectiva de cuatro años sin detentar otro poder que el de las propias convicciones, es casi una heroicidad.

Felicito a los candidatos de cualquier ideología que, habiendo perdido las elecciones, van a seguir haciendo política desde la oposición. Eso demuestra su respeto al compromiso adquirido, a los electores que les votaron y a las reglas del juego democrático. Y demuestra también la fuerza de sus convicciones y su grandeza personal. Lo otro, lo de jugar a alcalde o nada, deberían haberlo advertido esos candidatos a los electores y no nos hubiéramos tomado la molestia de votarlos. Para ser honrados, el paso atrás tenía que haber sido antes de las elecciones.