Empieza mayo y la feria del queso en Trujillo, la romería de Bótoa, luego la de San Isidro, también la feria del libro, el Festival Ibérico de Música, pronto Los Palomos, el otro día me encontré con mi amigo Alex, que no acaba de devolverme los cinco libros sobre la batalla de las Termópilas que me había pedido prestado, San Juan está a la vuelta de la esquina, hace un par de semanas tuve la revisión anual de la próstata, que funciona como un reloj, en dos semanas tengo que ir a la revisión cardiológica, veremos a ver cómo estamos de tensión, me encontré al oculista en El Corte Inglés y también comenté que tengo que cursar visita, una antigua novieta mía de cuando éramos pequeños se me ha presentado el otro día en San Francisco con tres nietos, cuatro hijos y dos yernos, hay que ver cómo pasa el tiempo, el verano está a la vuelta de la esquina y ya he mandado abrir mi casa de Zahara para que no nos coja por sorpresa, que todo el mundo está pendiente a ver qué fin de semana puede ir. Por cierto, tengo que ir al médico de cabecera, ahora de familia (¡qué hermosa serie Médico de familia! aunque yo era más de Perdidos, ¡qué gran decepción el final!) porque creo que con el Lexatín que me tomo ahora no tengo suficiente, el cuerpo me pide más comisaría, porque también tenemos el fin de curso en la Universidad, los exámenes, la jartá de leer trabajos, las correcciones, las revisiones, las evaluaciones, las recomendaciones, las decepciones, las emociones y todas esas ones tipo vacaciones, con las que cuento, que ha sido un invierno largo y espero no caer con ningún resfriado o constipado o gripe o bronquitis o algo peor de última hora que con estas edades, uno las pilla pero no sabe cuándo las suelta. Tengo que echar el euromillones para salir de pobre y comprar unas fresas de temporada, aunque prefiero las cerezas y, mejor que las cerezas, las picotas y, por supuesto, a ver si alguno me lleva a comer o cenar en Galaxia para celebrar la llegada del verano o la primavera o lo que sea, que da igual con tal de que se estire. Alcibíades Clinias Escambónidas, un tipo entrañable, que vivió por el 400 antes de Cristo, una vez le cortó el rabo a su perro. Hoy no sobreviviría a semejante atropello. ¿Por qué lo has hecho?, le preguntaron. Para desviar la atención, respondió. Marketing político puro y duro.