Ya señalé que las ciudades islámicas desplazaban las actividades contaminantes al exterior de los cascos urbanos, fuera de las murallas o, en ciertos casos, a los extensos albacares no construidos situados entre los recintos fortificados y el casco habitado. Sabemos muy poco, podríamos decir nada, de las actividades industriales en Batalyaws y, por descontado, de su ubicación. Solo tenemos información acreditada sobre la producción cerámica. Se lo debemos al hallazgo casual del Testar de la Puerta del Pilar. De él habló, sin darle ese nombre, el gran investigador Fidel Fita. Pero, finalmente, al hacer un hoyo para colocar un registro de agua o de teléfono junto a la antigua Escuela de Enfermería, apareció la evidencia tangible. Se recogió el rico material aparecido, se estudió y se publicó. De eso se dedujeron dos hechos, por ahora indiscutibles: en el Batalyaws del siglo XI se producía cerámica fina y allí estaban los basureros de sus alfares y, por pura aplicación de la legislación musulmana, debían estar fuera de la muralla. Faltaba saber dónde localizar los lugares de manufactura: las alfarerías.

Ahora, gracias al buen ojo y, sobre todo, a la profesionalidad del arqueólogo Antonio Geanini y al sentido de responsabilidad de la empresa que financió los trabajos lo hemos comenzado a saber con bastante certeza. Los hornos cerámicos de la ciudad árabe se ubicaron muy cerca del actual Palacio de Congresos Manuel Rojas, al abrigo del promontorio que luego fue Baluarte de San Roque y, más tarde, Plaza de Toros Vieja. Se han documentado allí restos fragmentarios de un alfar. Si seguimos los criterios empleados para analizar el mencionado testar, ahora podemos hablar de un Arrabal de Alfareros. Fuera de la muralla y en una zona en la que el viento dominante siempre sacaría el humo hacia el exterior de la plaza. El agua necesaria vendría del no lejano Rivillas, el cual, a lo que parece, llevaba más caudal que en la actualidad; la arcilla, de más lejos, quizás no tanto, pero, por ahora es difícil determinarlo. En definitiva, el barrio industrial de los ceramistas se situó, al menos en época taifa, entre el baluarte de San Roque y la Puerta de la Trinidad. No es poco saberlo.