A veces pienso que mi cabeza es tan grande porque está llena de sueños, decía El Hombre Elefante, en la película de Lynch. A veces en este marzo, violeta y femenino, me cuesta ordenar las ideas porque andan alborotadas, llena de querer contestar ofensivas, de cuestionar discursos disfrazados de renovación que ocultan, a veces con eficacia, precisamente lo contrario, una involución en la igualdad de derechos, en lo que tanto esfuerzo ha costado conseguir.

Llena también de eslóganes y buenos deseos, de recortes de prensa de otros tiempos, manifestaciones en Polonia, en Washington, en Paris... estampas en blanco y negro de sufragistas en el Reino Unido, la firma del gobernador de Kentucky que posibilitó el voto femenino en los Estados Unidos, de Clara Campoamor, de fotogramas de los abucheos a las primeras mujeres en huelga, las trabajadoras del textil, las mineras, las cigarreras..., de estribillos como el Ain’t Got No, I Got Life, de Nina Simone, el Respect de Aretha Franklin..., de retazos de Simone de Beauvoir, de Virginia Woolf, de Chimamanda... de logros y carencias. Llena de listas. De tanto por hacer. Aún. En casa. Más allá de nuestras fronteras. De vientres de alquiler, de mujeres tratadas, explotadas, de mujeres mutiladas genitalmente, de niñas casadas a la fuerza, de mujeres privadas de su educación, lapidadas por adulterio, detenidas por mostrar su pelo, que necesitan la autorización del padre o esposo para circular, mujeres sin voto, discriminadas salarialmente, violadas, con miedo a salir solas, a viajar solas, a volver a casa de noche... Llena de fogonazos de satisfacción por esas calles llenas de mujeres nuevas en Madrid, en Extremadura, de esas jóvenes de la mano de sus madres.

De esas abuelas con «Lo que no tuve para mí, que sea para vosotras». De mujeres a las que tuve el honor de conocer: Ruth Bader Ginsburg, Gloria Steinem, Malala Yousafzai, Ruchira Gupta, Yasmeen Hassan... Repleta de mujeres anónimas, fuertes, grandes, valientes, mujeres heridas, mujeres asustadas, mujeres coartadas, limitadas, humilladas, amenazadas, mujeres rotas, mujeres renacidas, luminosas, libres. La cabeza llena de sueños, mientras suena el móvil porque estoy de guardia, la policía, otra mujer.

«¡A la calle! que ya es hora de pasearnos a cuerpo y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo».