LA ATALAYA
Andalús (y II)
Arqueólogo - Fernando Valdés
25/01/2021
Como describí en la columna anterior, los andalusíes tenían ciertas peculiaridades en el modo de hablar su lengua árabe. Sería curioso poderlos escuchar ahora. Pero ni los arqueólogos, ni los filólogos, somos/son capaces de reconstruir el sonido, ni, por supuesto, la pronunciación de los idiomas desaparecidos. Puede haber aproximaciones, pero sin certezas. No dejaría de ser estupendo saber cómo articulaban no solo los andalusíes de la calle, sino los propios califas omeyas. ¿Se entendían bien con los norteafricanos -almorávides y almohades-, cuando hablaban, o intentaban hacerlo, en árabe? Está claro que algunos no eran capaces. El propio sultán de los Velados, Yusuf b. Tashufin, no hablaba árabe, solo amazig. Dirigentes árabes contemporáneos ha habido, y hay, que comienzan sus discursos en literario y acaban en dialectal. Son incapaces de hablar para todo en árabe culto. ¿Sería igual entonces? ¿Se imaginan cómo hablarían, por ejemplo, el califa Abd al-Rahman III, Al-Mutamid de Sevilla o incluso Boabdil, el último soberano de Granada? ¿Entenderían algo de romance, aunque fuera mal hablado y aprendido en su infancia con sus compañeros de madrasa que lo usasen en familia, en la intimidad?
En Al-Andalús se cometía una falta de dicción curiosa. La letra «a» larga, se cambiaba por «i» larga, en ciertos casos. A eso los filólogos lo llaman «imala» y es la clave de que a la Bab Shaqra (= Puerta de la Sagra), de Toledo, se la conozca como Bisagra. Convirtiendo «bab» en «bib». Por lo demás, en una de las inscripciones aparecidas en el Cuartel de la Bomba, de Badajoz, aparece escrito no Batalyaws, sino Batalyús, con una «u» larga. ¿Por qué? El escultor pronunciaba Batalyús y lo escribió así, sin advertir que era una falta de ortografía bastante llamativa. No se rían. Al fin y al cabo, el mejor escribano echa un borrón. La inscripción conmemorativa de la tumba de Cervantes, en el Convento de las Trinitarias de Madrid, tiene -creo que sigue sin corregir- al menos una falta de ortografía. Se colocó en el antepenúltimo mandato municipal de la Villa y Corte. Quizás alguien demuestre alguna vez, basándose en ella, que escribimos igual de mal que hablamos. ¡Va por usted maestro Corriente!
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