Anoche se celebró en el WiZink Center de Madrid el concierto ¡Ánimo, animal! donde casi una veintena de artistas homenajearon a Luis Eduardo Aute, que el 13 de septiembre pasado cumplió 75 años, cincuenta de ellos dedicados a la música. El periodista y escritor Carlos del Amor nos contaba en la primavera pasada que, siendo vecino suyo, lo ve de vez en cuando paseando por el barrio muy lentamente después de que hace dos años sufriera un doble infarto que lo mantuvo en coma casi dos meses y afectó a su movilidad, vista y habla. Aute ha sido considerado un auténtico hombre del Renacimiento, un animal total de las artes, después de haberse dedicado a la pintura, la escultura, el cine, la literatura, la música y haber compuesto más de 500 canciones. Son esas canciones las que forman parte de nuestra propia biografía sentimental. De alguna manera, Albanta, Siento que te estoy perdiendo, Alelulya Nº 1, Rosas en el mar, Pasaba por aquí, De paso, Hafa Café, Dentro, Sin tu latido, Una de dos y, por supuesto, Al alba -Teddy Bautista ha asegurado que Aute ha compuesto la banda sonora de la transición y su resaca-, historias que las sentimos como propias y es eso lo que las convierte en universales y nos atraviesan el alma cada vez que las escuchamos. Mantengo tres recuerdos indelebles de Aute. El primero, en marzo de 1983, cuando tuve la fortuna de acompañarlo en aquella grabación en directo de su disco Entre amigos -probablemente su mejor trabajo- que, junto a Serrat, Silvio, Milanés y Teddy, ofreció en un atestado -¡y tanto, que me tocó estar de pie!- Teatro cine Salamanca, ya extinto, y que comentamos, entre risas, veinte años más tarde, en 2004, cuando, con motivo de la Feria del Libro de Badajoz, nos regaló un día memorable e impagable de anécdotas, poemas y canciones. Entre medias, creo que fue a finales de los noventa, en un concierto en el Teatro López de Ayala, donde mayores y no tan mayores fuimos capaces de seguir letra a letra cada una de sus canciones. Y es que Luis Eduardo Aute ha tenido la virtud de escribir nuestras vidas, de hacernos vibrar con su música, de permitirnos adoptar historias tan nuestras como “Las cuatro y diez”: «Fue en ese cine, te acuerdas,/ en una mañana al este del edén,/ James Dean tiraba piedras/ a una casa blanca, entonces te besé». Gracias y ¡Ánimo, animal!