TEtn el año decimotercero del nuevo siglo la crisis irá a peor, según pronostican todos los expertos, pero eso no será por culpa del número 13. Si miramos atrás, las mayores desgracias de la historia casi nunca han ocurrido en años terminados en 13. En el año que empieza, todos los martes serán martes y trece y uno, el 13 de agosto, lo será por partida doble. A pesar de eso, mucha gente se casará y se embarcará en esos días, sin que les suceda nada. Cristo y los apóstoles eran 13, pero estoy seguro de que eso no determinó la traición ni el martirio de aquél, que hubieran tenido lugar de todos modos, aunque el suyo hubiese sido un grupo con menos o con más gente. Alí Babá y los cuarenta ladrones -muchos de los cuales han gobernado y siguen gobernando aquí y en todo el mundo- suman 41, un número muy alejado del 13 pero lleno de todo el mal agüero de la deshonestidad y el abuso.

Hay supersticiosos que han empezado el año con una preocupación doble: la del agravamiento de la amenaza que padecemos, en forma de gobernantes que hacen lo contrario de lo que hay que hacer; y la del 13 que numera este año. De la primera yo no me voy a librar, aunque espero sortear en lo posible sus efectos y, desde luego, seguir aportando mi solidaridad a los que no podrán evitarlos. Pero les aseguro que no siento ninguna inquietud por la segunda. El 13 es mi número favorito. En días 13 me han pasado algunas de las mejores cosas de mi vida, como el nacimiento de mi primer nieto, que además vino el mundo a las 13 horas en la habitación 113 de la Maternidad. Por otro lado, comparto este gusto por el 13 con alguien tan genial y tan entrañable como Miguel Murillo, cuyo éxito como persona y como dramaturgo acontece bajo el paraguas doble del 13, sin que eso se deba al supuesto poder de este número, sino a su bondad y a su talento. Los que se empeñan en buscarle consecuencias a algo tan prosaico e inofensivo como los números, aseguran, además, que 2013 será también el año del Diablo, porque la suma de sus cifras da 6, que es el número de Satanás. A mí, que siempre he exculpado a Lucifer -otra víctima de la megalomanía divina- me parece que los demonios que nos afligen tienen otros nombres y otras siglas. De todos modos, Feliz 2013.