La organización de la Arqueología cambió lentamente cuando las Autonomías recogieron las competencias en materia de Patrimonio Histórico. ¿Fue a mejor? No siempre. Sin la menor duda se ganó en eficacia, por cercanía. No era lo mismo administrar desde Madrid que desde las capitales regionales. Aunque debe aceptarse que no todas las regiones partían del mismo punto y que también se han dado, y dan, los centralismos. En las ricas había una red de museos y, en casos concretos, de servicios de Arqueología, provinciales o locales, que ya desempeñaban un eficaz papel en la protección, estudio e interpretación del Patrimonio. La creación, en las administraciones regionales, de departamentos especializados fue desigual. Creo firmemente que, en lo administrativo, los nuevos sistemas, aceptando sus carencias y problemas iniciales -falta de presupuesto y personal-- supusieron un muy importante avance. Otra cosa muy distinta fue la gestión científica, que estaba implícita y era insoslayable. Poco a poco fueron apareciendo series donde se recogían los resultados de los muchos trabajos efectuados, una versión de las existentes en la época del centralismo. Nunca han sido suficientes en ninguna comunidad. Como de costumbre la culpable a la larga ha sido la cortedad presupuestaria. Los libros con simples resúmenes son insuficientes, solo los leen, en el mejor de los casos, los especialistas y, en general, se quedan almacenados. Después de algunos años de duda comenzaron a colgarse en Internet. Se salvó el problema, pero no todas las administraciones lo emplearon. Y, desde luego y en términos científicos --nunca se olviden de que la Arqueología es una ciencia--, aún en el mejor de los casos, esas publicaciones son muy insuficientes. Si se describen los hallazgos y no se aporta la documentación -estratigrafías, inventarios, reproducción de materiales--, las conclusiones carecen de validez. Si la Arqueología se basa en la creencia y no en la evidencia pierde por completo su valor testimonial. Su garantía es la seriedad, la preparación y los conocimientos de los investigadores, y de los administradores y supervisores del trabajo. Y muchas veces, demasiadas, es muy cuestionable.