La explosión inmobiliaria y la obligatoriedad de excavar en las zonas protegidas o donde existía la presunción de hallar restos arqueológicos, fueron haciendo crecer la actividad de los servicios de Arqueología regionales. Una de las novedades de la regionalización fue, precisamente, la creación de esos servicios. Un nutrido grupo de personas, no siempre profesionales ni suficientemente preparadas, ocuparon las plazas de nueva creación. No fueron desdeñables, desde la óptica de las salidas laborales de los arqueólogos egresados de las universidades, esas nuevas estructuras territoriales. Sin embargo, no dejó de haber disfunciones. Algunos de los nuevos técnicos incomprendieron su papel en lo relativo a la actividad arqueológica. Si alguna vez soñaron con desarrollar una actividad científica pronto la realidad los fue persuadiendo de su error. Sus conocimientos, cuando los había, tenían que enfocarse solo a la gestión y de eso no se les había hablado durante sus carreras. Sabían de períodos, cronologías, tipos de cerámica, interpretación de restos, etc. Los primeros momentos de los nuevos servicios fueron confusos. Hubo medios, con frecuencia escasos, y la aparición de las empresas de Arqueología, otra novedad, lo complicó todo, aunque, en principio debía haber aclarado el panorama.

Prácticamente no existía la arqueología como profesión liberal y su puesta en práctica creó muchas dificultades. Ni las administraciones estaban preparadas ideológicamente para tratar con ellas -no se olvide que se venía de un centralismo extremo y en no poca medida autoritario-, ni a otros gremios de actividad convergente -arquitectos, ingenieros- les hacía la menor gracia que unos muchachos jóvenes -al comienzo todos lo eran- provistos de un título universitario y con la fe del carbonero -la ciencia en que creían les obligaba, sin muchas esperanzas de compensación material- pusieran en duda sus actuaciones. Eran endiosamientos corporativos, carentes muchos de aquéllos del mismo nivel de titulación. Hubo excepciones y extremos y las administraciones del nivel que fueran, solieron decantarse en los litigios contra los arqueólogos. Interesaba inaugurar y cumplir la apariencia legal.