No hay nada más irracional y dramático que el atropello de una persona por el despiste de un conductor. Y más aún si la persona que puede llegar a perder la vida es una niña que camina alegremente por la calle ajena al peligro que le acecha. Y es que muchas veces sólo podemos entender determinadas situaciones o ponerte en el lugar del otro, si vives una experiencia igual o parecida a la suya. Lo que digo puede parecer una perogrullada, pero resulta cuanto menos curioso comprobar el efecto de empatía que se produce en esas situaciones. E incluso más para un periodista, acostumbrado a contar todo aquello que les pasa a los demás.

Nosotros sabemos que un exceso de empatía terminaría volviéndonos locos. Pero también que la distancia con los hechos nos deshumaniza. El número de parados, los accidentes de tráfico, las muertes por violencia de género y así un largo etcétera de hechos que se repiten día a día y que los periodistas acabamos convirtiéndolas en un simple dato numérico.

Hago esta reflexión personal y profesional a propósito de los atropellos en pasos de peatones que tristemente se siguen produciendo en casi todas las grandes y medianas ciudades.

En Badajoz sigue habiendo varios puntos negros de atropellos a peatones. Uno de ellos es la avenida Sinforiano Madroñero. Una vía que diariamente soporta una densa afluencia de vehículos y ciudadanos a pie. Y no será porque el Ayuntamiento de Badajoz y la policía local no hayan tomado medidas en los últimos años para evitarlos mejorando la señalización de los pasos de peatones y también su visibilidad.

Y aunque estoy segura que aún se puede hacer mucho más en ese sentido, es absolutamente necesaria la colaboración del conductor, y por supuesto, del peatón para evitar los atropellos.

Nos hace falta educación vial. Las numerosas distracciones que tenemos al volante pueden llegar a provocar la muerte de una persona.

Y aunque la frase suene a manida campaña de tráfico, deberíamos tomar conciencia de sus consecuencias y sin tener que llegar a sufrirlo.