Medina Azahara (Madinat al-Zahrá) está de moda por haber sido designada Patrimonio Cultural de la Humanidad. Nada más merecido y esperado. Es, y no creo exagerar, uno de los yacimientos arqueológicos más singulares de España y del mundo. Ni más, ni menos que la residencia construida por Abd al-Rahman III al-Nasir, primer califa omeya de Córdoba.

Se ha dicho hasta ahora que se fundó en 936. Pero, gracias a los trabajos emprendidos hace apenas dos años por el Instituto Arqueológico Alemán, la Universidad Autónoma de Madrid y la Junta de Andalucía, hoy podemos entrever que en realidad hubo una variación en el concepto de su fundación. De ser una residencia campestre -almunia-, se habría transformado en una ciudad palatina. La presencia de la Arqueología en ese conjunto -lo que se hizo antes era restauración con movimiento de tierra ordenado- está cambiando por completo nuestra percepción del sitio.

Según progresan los trabajos más interrogantes se abren ante nuestros ojos, porque, en realidad, sabemos menos de lo que quisiéramos de cómo se desarrollaban los complejos mecanismos intelectuales, administrativos y materiales de aquella poderosísima dinastía árabe e islámica y de su mayor empresa arquitectónica.

Hay muchos aspectos que abordar, desde el punto de vista formal, y no son menos destacadas las conexiones con lo que sucedió en Al-Andalus a partir de 1010, cuándo se derrumbó aquel complejo entramado político debido, sobre todo, a sus contradicciones internas.

Es muy importante conocer, entre otros muchos aspectos, cómo la imagen de la Esplendorosa -eso significa su nombre, haciendo un guiño a Fátima, la hija del Profeta- se reflejó en las obras palaciegas de la pléyade de usurpadores del poder califal, a quien por derecho no pertenecía, una vez extinguida la casta de los Banu Marwan. Esos a los que llamamos Reyes de Taifas. Y entre ellos el de Batalyaws. Daría la impresión, aunque dispongamos de muy pocos elementos de juicio -apenas una investigación arqueológica- de que aquí, en el territorio que hoy llamamos Extremadura, pesó mucho más la tradición romana o perduró más tiempo, al menos en lo estructural. De lo decorativo solo hay indicios. Lo iremos viendo otros días.