Pues no, no tengo interés alguno en escribir sobre fortificaciones y otras materias, o sea, sobre construcciones físicas relacionadas con el arte y el patrimonio que de tanto y bueno hay por Badajoz sino sobre elementos químicos, más bien retratos psicológicos, personalidades atormentadas, biografías eclécticas, pirómanos del pensamiento, anarquistas de la palabra, enfermos de pasión, esclavos de ideologías atípicas, filósofos urbanos, salvapatrias varios, identidades nada anónimas que circundan, limitan y condicionan las pobres y sencillas mentes del pueblo llano para llevarnos de la mano por el camino de la perfección y la gloria hacia las acotadas praderas de la erudición y la razón.

Sí, lo sé, demasiado discurso para decir que, una vez más, quiero escribir de los tontos contemporáneos que hacen de Badajoz su escenario, de los intelectuales de salón que así mismo se llaman sabios, de los aburridos que no paran de contagiarnos, de los abajo firmantes que no cesan en su empeño, de los solidarios que siempre enseñan a su mano derecha lo que hace su izquierda, de los representantes que no se sabe muy bien a quienes representan pero representan lo que representan y que no venga nadie a decirles que dejen de representar porque ya no representan a nadie, de los que protestan sin saber por qué protestan o saben muy bien por qué protestan y protestan porque es la única manera de alardear de doctrina, de ideología y de activista y, sobre todo y muy especialmente, de los baluartes que mantienen en pie su verdad que ha de ser la de todos, guardianes de la ortodoxia, mesías y bravucones, apocalípticos y desintegrados, agoreros y profetas, predicadores y charlatanes que a menudo dibujan un escenario de ciudad abandonada, equivocada, indefensa, perdida, dormida, desestructurada, olvidada, desviada, acabada, atormentada, derribada, derruida, estropeada, engañada, contaminada, contagiada, influenciada, condicionada, manipulada y narcotizada solo porque ellos no son consultados. Todos estamos confundidos, ellos están en posesión de la verdad. Y, claro, así nos va.

Cómo para hablar de Santa Ana, la Alcazaba, el Guadiana, los barrios, los poblados, el Fuerte, Portugal, el Parque Ascensión o Asunción, que ya no sé ni cómo se llama, la economía, la Iglesia, la Monarquía, la Ronda Sur, el Ave para el 2010, el Carnaval o la seguridad ante un auditorio que te condena antes de empezar, que te mira por encima del hombro y que le importa un pimiento tu opinión.