Hace días se convirtió en viral un video en el que un vecino de Motril tiraba un frigorífico desde su ventana, una primera planta, a lo que parecía ser un contenedor de obra aunque sobre los escombros se observaban todo tipo de residuos. El frigorífico rebotó en la basura y saltó a la carretera. El milagro fue que no pasara nadie por allí y que ni rozara alguno de los coches estacionados pero la imprudencia y la insensatez casi acaban en tragedia. Posteriormente, hemos sabido que el sujeto fue localizado y detenido y que en el interior de su casa se mostraba un panorama tipo síndrome de Diógenes. Algo que no le libró de las críticas por su incivismo y falta de sensibilidad. La condición humana es así. Solemos ser duros, exigentes, estrictos en la aplicación de las normas con los demás pero condescendientes, flexibles y tolerantes con nosotros mismos. Sin embargo, ciudadanos supuestamente normales, de comportamiento cívico ejemplar, que no tienen inconveniente en denunciar actividades vecinales poco recomendables, incapaces de tirar una nevera por la ventana, son vistos a menudo sacando su bolsa de basura por la mañana, cuando llevan al niño al cole o camino del trabajo, a lo largo del día, a sabiendas de que el contenedor no se pone hasta caer la tarde, tirando el contenido del cenicero de su coche mientras aguarda con el semáforo en rojo o dejando los excrementos de su perro en medio de la calle. Simpáticos vecinos que, viendo un contenedor de obra, aprovechan para no tener que caminar hasta el de residuos orgánicos y dejan allí sus bolsas de basura y otros desperdicios. Vecinos que aparcan un mueble viejo, un sofá, una cocina en cualquier esquina, que dejan suelto al perro por los jardines, que piensan que las papeleras son un objeto decorativo. El apócrifo de Machado, Juan de Mairena, reflexiona, no sobre la basura, pero sí sobre las conductas: “La pedantería va escoltando al saber tan frecuentemente como la hipocresía a la virtud, y es, en algunos casos, un ingenuo tributo que rinde la ignorancia a la cultura. Es muy posible… que la crítica del propio escupitajo sobre lo nuestro no solo nos aparte de su conocimiento, sino que acabe por asquearnos de nosotros mismos”. H