TQtuizás el aspecto más interesante de la batalla de Zallaqa fuera el táctico. Resultó ser una de esas ocasiones en que se presentan innovaciones técnicas cuya poca adaptación a las circunstancias provocó un resultado negativo. Lo explico.

En esa ocasión el rey Alfonso VI de León llevaba entre sus tropas, cuya cifra exageran las crónicas, un cierto número de contingentes de infantería equipados con una innovación europea: la cota de malla. Se trataba de una vestidura fabricada con pequeñas anillas de hierro entrelazadas. Era una defensa casi infalible contra las armas del momento, pero resultaba muy pesada y había de llevarse sobre una camisa de cuero, para evitar roces y sarpullidos. Total, protegía, pero agobiaba, y, además, debía ser carísima. Muy pocos tenían capacidad para llevarla, por resistencia física y económica. Pueden verse los primeros modelos en los capiteles románicos más antiguos.

A pesar de todo, el rey leonés utilizó a los guerreros equipados así, fuera de lo habitual en la península Ibérica, como fuerza de choque. Ese otoño debió ser muy cálido en esta región y aquellos combatientes venían extenuados por una larga marcha y unas temperaturas demasiado elevadas para la fecha. El monarca se pasó de listo, parece haber incumplido los plazos acordados con el enemigo -la coalición de magrebíes y andalusíes- para comenzar el combate e hizo cargar a sus tropas desde muy lejos, para tomarlo desprevenido.

El resultado fue desastroso. Según los cronistas árabes hubo más leoneses muertos por sofoco que por las armas contrarias. Y, al final, la guardia negra del sultán almorávide, que estaba de reserva, cargó. Aquello fue una hecatombe. Al propio rey le dieron un tajo en el muslo y quedó malherido. Sus huesos, conservados en Sahagún, aún muestran la marca. Moraleja: no siempre quienes introducen novedades consiguen ventajas. Sobre todo si no las adaptan a las necesidades reales.

Como el turismo de Badajoz. Díganme si esta historia no merecería una conmemoración, una plataforma para apoyarla y un coordinador de la Junta, de fuera si es posible, para convertirla en banal.