TMti amigo lleva semanas entre la vida y la muerte. Me pregunto si esa es la verdadera frontera, la única quizá. La línea delgadísima que nos separa del abismo, o nos une a él, de nuevo, como un cordón umbilical reimplantado. Su estancia en el hospital es un largo trayecto, un mientras, una tierra de nadie entre el primer control y el momento revelador en que se levanta la barrera y avanzas ya pisando suelo extranjero. Un viaje que puede acabar en la misma casilla de salida, o convertirse en un largo y extenso cúmulo de desvíos inesperados que se recorre envueltos en la grisácea burocracia de los visados, el paso cansino, uniformado con el pijama que impone el régimen hospitalario. Muestra su impreso para conseguir el Ok que le permita avanzar, un logro, que se traduzca en la retirada de una maquina, alcanzando así una porción de libertad. Respirar autónomamente es avistar el horizonte, como cuando tras una larga recta, monótona, subes un remonte y algo cambia, el paisaje se despeja y ves más allá. Todo ese esfuerzo, intentos fallidos, las vueltas a empezar, el probable deseo en ocasiones de tirar la toalla..., lo está viviendo solo. Cuando despierte puede sentirse como en 'Good By Lenin'. Donde la madre del personaje sale de un largo coma en el que se había sumido viviendo en la Alemania comunista y despierta en un país reunificado después de la caída del muro. Su familia, para evitar el trauma, busca desesperadamente coser los extremos de la realidad, simulando que todo sigue igual. El tiempo detenido, la vida en suspenso. Cuando mi amigo consiga atravesar la prolija distancia que le separa de nosotros, y su conciencia lo devuelva, todo será diferente. Habrá pasado el terremoto de Ecuador, los cuatrocientos ahogados en aguas del Mediterráneo, la resignación a las nuevas elecciones en España..., pero en realidad nada ha cambiado, borremos los títulos, dejemos solo las imágenes que podrían fecharse tres meses atrás, un año, diez. Tragedias distintas y las mismas faltas de entendimiento. Afortunadamente él sólo notará, suave, con su primer desayuno, el mismo amor de todas las mañanas.