THtabía poco movimiento. En una ventanilla, una pareja muy joven compraba sus billetes, mientras en otra, yo preguntaba horario y precio para un destino distinto. No había nadie más en la Estación de Autobuses. A la salida, llevada por la tentación, entré en una tienda de moda situada en la fachada exterior. Entre prueba y prueba, surgió la conversación con la propietaria. El tema de siempre, el que a todos preocupa. A los que estamos a pocos años de la jubilación y desconocemos cuánto nos acabarán pagando, a los que buscan trabajo y no lo encuentran ni lo encontrarán, o a los que tienen un negocio y no saben si conseguirán la clientela necesaria para poder vivir y pagar. Buscando tallas y palpando texturas, seguimos hablando. De los hijos que se marchan, y de Badajoz que parece ha perdido dinamismo y alegría. Señalaba la propietaria el exterior desde la puerta. "Mira, nadie. Esto antes era un lugar con mucho ajetreo, ahora ya lo ves. No hay movimiento". Los jóvenes se van en busca de un futuro, pero los demás ¿para qué van a coger un autobús? ¿Por qué ponerse en camino a ningún sitio? En ninguna parte hay nada. Quizá en verano vuelvan al pueblo, si es que aún tienen casa a la que regresar, si no a quedarse en casa y a gastar poco, o nada, y la ropa en la tienda, colgada en las perchas.

Me acuerdo del ministro Margallo, del que les hablaba la semana pasada, el que pedía a Dios que repartiera suerte. Miro el establecimiento lleno de artículos, algunos con enormes descuentos, pero no hay clientes, una venta había hecho esa mañana. Me vino el ministro a la cabeza de donde no consigo desterrarlo. Su frase me vuelve, una y otra vez, a la mínima de cambio, como ajo que se repite quemándote la boca del estómago. Bilis impaciente, reflujo que ya no podemos contener ante tanto intento de disfrazar la realidad.

Quítennos la bota de encima para que podamos levantarnos y crecer. La suerte, ministro, para la lotería o el cupón, pero para el que trabaja, ha trabajado o quiere trabajar, queremos justicia. O levantan el pie, o nos morimos. Ustedes verán, y luego, nosotros decidiremos.