Cualquiera diría que en Badajoz ha habido elecciones. Aquí no hay exalcaldes que dimiten, ni amenazas de facturas ocultas, ni incertidumbres sobre pactos o acuerdos- Todo lo contrario. La victoria del partido que lleva gobernando la ciudad durante los últimos 16 años hace que el habitual proceso que se produce tras una convocatoria electoral se esté desarrollando de forma tranquila y sin sobresaltos.

Una situación que a buen seguro agradecen, sobre todo, empresarios y proveedores, ya que el ayuntamiento sigue funcionando con normalidad. No sucede así en otras ciudades donde la mayoría de los proyectos económicos están paralizados hasta después del verano.

Con todo ello no quiero decir que esté en contra de la alternancia política en cualquier gobierno democrático, pero la mayoría más que absoluta del Partido Popular ha sido el resultado de las urnas y, como todo, tiene sus pros y sus contras.

Sorprende, incluso, hasta el buen rollo con el que de repente se comportan los políticos. Esta semana el alcalde elogió "el trato correcto" de los concejales que dejan el ayuntamiento; cuando, sin duda, han sido años de duras acusaciones y enfrentamientos. Son momentos en los que se imponen las buenas formas y ojalá se mantengan; aunque cuatro años dan para mucho y la oposición, según estamos viendo estos días, no va a dejar de desempeñar con ahínco el trabajo que le han encomendado los ciudadanos. Tanto es así que sin estar constituida oficialmente la nueva corporación ya hay sobre la mesa duras críticas a la gestión del equipo de gobierno.

A partir de mañana se inicia oficialmente una nueva legislatura. Tiempo habrá para analizar el nuevo escenario político de la ciudad. Pero hoy lo que preocupa es la anunciada presencia para mañana de los llamados Indignados del 15-M ante las puertas del ayuntamiento. Ojalá los ciudadanos, indignados o no, también sepan guardar las buenas formas que exige este momento. Lo contrario, deslegitimará los motivos de la protesta.