TSte llama Laura, es de Badajoz y hace la temporada de verano en la recepción de un hotel en la Costa Brava. El contrato es de seis meses, y los dos últimos los cubrirá en otro punto de España o del extranjero donde tenga negocio la cadena. Es el tercer año que la contratan. Nos hizo ilusión reconocer nuestro paisanaje, y me sentí a la vez orgullosa y triste. Orgullo porque mi tierra haya preparado jóvenes como esta chica que, entre otras cosas, maneja idiomas. Triste porque esa misma tierra que los forma no tiene trabajo que ofrecerles, y se marchan. Ahora por seis meses, luego, con un poco de suerte, quizá para toda la vida. Cotizarán en otros lugares que sacarán provecho a sus conocimientos y prosperarán, y nuestra tierra será cada vez más pobre porque nos iremos quedando sin cotizantes y sin productores de riqueza. Y todo por la sencilla razón de que no estamos preparados para sacar rendimiento a los jóvenes que hemos formado, y tienen que marcharse, como Laura que conoce a otra chica, también de Badajoz que trabaja en un hotel cercano.

Pero puede que esté siendo injusta con nuestra tierra. No somos los únicos que hacemos mal las cosas, o que no hemos sabido aprovechar los buenos tiempos para poder afrontar estas vacas flacas que van camino de superar los siete años bíblicos. Otros, por ejemplo los catalanes cuyo territorio visito, tampoco parece que lo hayan hecho bien, Su déficit ya lo conocemos, y sus cifras de paro, tanto que buscan jornales en el campo, los mismos que antes, cuando las vacas gordas, rechazaban. Camino entre los senderos de los hermosos campos de Gerona, entre frutales donde ya trabajan algunas cuadrillas, de extranjeros por lo que observo, como los que vi el otro día en la zona alta de Lérida, en las calles que rodean el castillo; unos establecidos ya todo el año y otros esperando la gran campaña leridana de la fruta.

Ni ellos, los catalanes que en los años de bonanza deslocalizaron producciones de su industria cediendo puestos de trabajo a otros países, ni nosotros, los extremeños, que no logramos un motor con garantías para nuestra economía. Ni unos ni otros supimos hacerlo.