Aunque Badajoz se escribe con B, la historia presente de la ciudad se escribe con C. Todo pasa por la C. Con los ingredientes clásicos del más genuino culebrón, venezolano, por supuesto: trama, subtramas, multitramas, traumas y tramoya.

El culebrón siempre empieza sencillo aunque con grandes expectativas pero acaba complicándose hasta la extenuación, alargándose sin explicación y hundiéndose casi por inanición, lo que provoca en el espectador una pérdida de atención que con el tiempo se convierte en hartazgo y desazón. La C es el epicentro de esta perturbación permanente cuyos orígenes se pierden en el tiempo y en la actualidad generan una controversia de consecuencias imprevisibles. Conquistadores, Canal, Cubo, Campillo, Comercio, Casco, la C es omnipresente y se presta a todo tipo de teorías, interpretaciones y polémicas.

La historia actual de Badajoz se escribe con C por un parkin cuyos problemas están por encima de una charla de barra de bar, por un canal del que muy pocos son capaces de hilar más de cinco minutos de argumentación, por una edificación cuya sentencia es el colmo del surrealismo, por un plan de rehabilitación que la mayoría de la ciudad mira con indiferencia, por una actividad comercial mucho más sana de lo que algunos diagnostican y por un casco antiguo que se recupera a pesar o al margen o por encima de agoreros, changabailes y otros tóxicos del lugar. Hay quienes se valen del culebrón para mantener la tensión periodística, política, social o judicial. Los hay que usan el culebrón para prolongar titulares, para ser protagonistas o para fabricar otros culebrones. Aficionados a los fuegos artificiales, a la dialéctica y al enredo, ignoran que el magma es una masa ígnea que se consolida por enfriamiento. O sea, que mantener caliente un tema puede que provoque los efectos contrarios que se buscan, es decir, el empacho, una variable habitualmente olvidada por los estrategas de la ceremonia de la confusión.

Pero el problema de Badajoz, como siempre, son aquellos que ante estos u otros asuntos, en vez de arrimar el hombro y moderar sus gestos y palabras, despliegan toda una batería de ruindad, mezquindad, miseria y malos procederes y he aquí la pista para encontrar el adjetivo que mejor los define y que también se escribe con C.