No soy ningún experto para hacer afirmaciones incontestables de cómo afecta el camalote a la calidad de las aguas y a la biodiversidad del Guadiana y su ecosistema. No soy ningún experto para decir cómo hay que combatirlo. No estoy en condiciones de poder mantener un debate técnico con el presidente de la Confederación Hidrográfica del Guadiana sobre este tema, pero me resulta muy difícil aceptar que el camalote no ha creado hasta el momento problemas irreparables, que no afecta a la biodiversidad y a la calidad de las aguas, que la situación esté absolutamente controlada, que el problema es puramente visual y de imagen, que no ha generado ningún impacto negativo, porque se está retirando continuamente y ahora lo que hay que hacer es seguir retirándolo, o que es compatible con el uso del río por pescadores y piragüistas, como ha afirmado hace unos días en este diario. No puedo aceptar estas afirmaciones e incluso las considero irrespetuosas con los ciudadanos que estamos alarmados.

La plaga comenzó en el 2004, y ya en el 2006 desde la CHG se afirmó que «era la peor plaga vegetal sufrida por un río europeo». No niego que se hayan hecho muchos esfuerzos para combatirlo, dicen que llevan invertido más de 30 millones de euros y se han retirado más de 900.000 toneladas de camalote. Por mucho que valoren estas cifras como muy altas, lo cierto es que el problema sigue creciendo. A lo mejor se trata de no solo emplear cada vez más recursos en retirarlo y habrá que usar otros medios para combatirlo, habrá que invertir en investigación y desarrollo o habrá que concentrar los esfuerzos en una actuación de impacto temporal radical para atacarlo. A lo mejor habrá que solicitar autorizaciones especiales para emplear medios que en situaciones normales estén prohibidos, pero se trata de una situación excepcional que si sigue creciendo y se descontrola puede convertirse en una tragedia ecológica. Me niego a aceptar que esta plaga no tenga solución y nos tengamos que acostumbrar a convivir con ella para siempre. Me niego.

El problema del camalote requiere una solución ya, aunque haya que usar medios excepcionales que a corto plazo generen críticas fundamentalistas. Hay que actuar con firmeza, pues los daños futuros pueden ser imprevisibles e irreparables y sus costes incalculables.