TEtl cambio es una palabra y un concepto exhaustivamente usados en campaña electoral. Los que nunca han estado en el gobierno --caso de este pepé en esta comunidad--, lo usan porque les gustaría mucho que cambiara el gobierno regional socialista --sombra de lo que fue el socialismo español-- que lleva la friolera de treinta monótonos años en él. Los otros, los que solo han conocido victorias electorales, dicen que gracias a ellos, Extremadura ha pegado un cambiazo instalándose en la modernidad y que tienen que seguir. Ha cambiado, sí. Solo faltaba que anduviéramos aún en los setenta melenudos y en pantalones de campana. El mundo y todo lo que en él está es como el río de Heráclito: una corriente en continuo movimiento. Muchos de los que entonces vivían han muerto y otros han nacido, se han hecho jóvenes, se han casado o han terminado la carrera. Esta región ha disfrutado de una época de bonanza financiera --todavía la disfruta-- durante la que hemos recibido muchos más fondos que otros porque éramos --¿somos?-- pobres y Europa es solidaria con los necesitados. Mucho dinero llegó, y una parte queda en infraestructuras. Otra sirvió para poner en marcha algún servicio o para mejorar los existentes. No sabemos qué ocurrió con la tercera. Iba a conseguir la convergencia con el resto de comunidades y poco a poco con el resto de países europeos. Sin embargo, no lo ha hecho. Lo dicen los datos y las estadísticas por más que los ganadores de siempre las retuerzan para sacar sus conclusiones. Son ganadores tan acostumbrados al triunfo que no conciben un poder fuera del suyo. Entre esta pandilla hay un buen puñado demasiado acostumbrado a tirar de fondo público y a vivir del cuento durante décadas. Como los de Feval, en Don Benito, que se construyen spas con dinero público y dicen que lo hacen por modernidad. Que en la empresa Google, por ejemplo, también lo tienen. En lo que a mí respecta, prefiero mandarles a casita un rato. O al paro. Aunque sea por higiene. Y por el cambio.