Es lo que tienen las redes sociales, para lo bueno y para lo malo: que todo se sabe y lo que se sabe o se opina se expande como la pólvora, sobre todo los escándalos y los escozores.

Se ve que estamos todos muy deseosos de visitar lugares nuevos y originales y corremos a la mínima a conocerlos en cuanto nos enteramos de que algo importante, original y majestuoso está a punto de estrenarse y va a ser un bombazo. No nos gusta quedarnos atrás si hay un proyecto que se promociona como maravilloso que atraerá a miles de visitantes. La Capital do Natal anunciada en Lisboa como la ciudad dedicada a la Navidad más grande de Europa, la Laponia portuguesa decían, ya tenía lista de curiosos mucho antes de que abriese. Nadie podía imaginar que las imágenes que describían lo que estaba a punto de nacer fueran un camelo, menos en unas fechas en las que reinan las buenas intenciones, los mensajes positivos y los deseos de paz y amor.

Habían prometido un paraíso blanco y lo que en realidad ofrecen es un amago de parque de atracciones bajo mínimos. En lugar de nieve había una moqueta verde húmeda y llena de charcos y en vez de los ayudantes de Charlie en La Fábrica de Chocolate, los primeros visitantes encontraron un cuerpo de baile descoordinado formado por cuatro teletubbies desmelenadas sin gracia alguna y menos ritmo. Y esos pobres y tristes renos. Dirán los responsables que estaban cuidados estupendamente, que disfrutaban de toda una parcela a su disposición para sus correrías y que no tenían cuernos porque se le caen precisamente en esta época. Serán de una especie distinta a los que trasladan a Papá Noel por todo el mundo en su trineo, luciendo cornamentas de premio y que precisamente es en esta estación cuando las airean, pues es la única ocasión al año -que sepamos- que salen de su refugio nevado para recorrer el planeta de chimenea en chimenea.

El desengaño ha sido tal que los primeros visitantes no tardaron en avisar a los que estaban por llegar para que no cayeran en la misma trampa. Las quejas se cuentan por cientos, no solo en Extremadura, también en Andalucía y en otras comunidades. Tal ha sido el despropósito que hasta ha habido comunicaciones entre los responsables de los ministerios de Consumo de ambos países, para evitar que el asunto del parque engañoso se convirtiese en una cuestión de Estado, que ni en la Guerra de las Naranjas.

Como una bola de nieve que rueda desde la cima de la montaña engordando su diámetro, las excusas de la empresa promotora del parque han agrandado aún más el despropósito con el que su proyecto ha dado sus primeros pasos. Mira que decir que la culpa la tienen los blogs y las agencias españolas por publicar imágenes que no tienen nada que ver con la realidad, por su cuenta. Pues menos mal, porque si llegan a poner fotografías captadas in situ de lo que estaba a punto de nacer, no habrían vendido ni una sola entrada ni habrían generado la más mínima expectativa. Dicen que en esto de la fama es mejor que hablen de uno aunque sea mal. Quizá a esta mal llamada Capital do Natal hasta le haya venido bien el escándalo que se ha generado, pues las redes se han encargado de multiplicar exponencialmente la promoción de esta iniciativa, que aunque cutre, puede que aún esté a tiempo de salvarse. Yo no me había planteado acercarme a la capital de Portugal en estas fechas y ahora me pica la curiosidad de viajar a conocer ese sitio del que todo el mundo habla. Lástima que quizá cuando yo llegue el cuerpo de baile esté aleccionado y haya tenido tiempo de ensayar una coreografía decente.